10 DE SEPTIEMBRE DE 2010

 Un joven profesor entra en el aula,
descuelga los percheros donde se orea el frío
y mira cómo un rastro de luz resbala sobre los pupitres sin
        nombre
y cubiertos de polvo.
Sin explicar cómo ni por qué,
se desbordan los límites de un paisaje incompleto
y cíclico,
mientras él pone en orden experiencias
y pensamientos.
Después se acerca a una ventana.
El sol entre los álamos
le trae a la memoria las estrellas
encima de las olas, el salitre
y los ojos de su hija al descubrir el mar,
la misma niña que hoy le ha hecho sentir, de nuevo,
los nervios del primer día de clase.




DATOS DEL POETA: Francisco Onieva (Córdoba, 1976). Es profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Antonio María Calero de Pozoblanco. Ha publicado cuatro poemarios: Los lugares públicos (aparecido como cuaderno en 1998, corregido y ampliado en 2008), Perímetro de la tarde (Rialp, 2007; accésit del Adonáis), Las ventanas de invierno (La Oficina ediciones, 2013; Premio de Poesía Cáceres y Premio Solienses) y Vértices (Visor, 2016; Premio Jaime Gil de Biedma). A ellos hay que sumar los cuadernos Descuidos y omisiones (2011) y Frontera, tú (2015), y la coordinación de los libros colectivos Palabra compartida (2007) y Divergentes (2015). Su obra poética ha sido recogida en antologías como Los círculos del aire (2008) o Terreno fértil (2009). Como narrador, ha publicado dos libros de relatos: Los que miran el frío (Ediciones Espuela de Plata, 2011; Premio Andalucía de la Crítica 2012 a la Ópera Prima) y El extraño escritor y otras devastaciones (Ediciones Espuela de Plata, 2016). Además, es autor del ensayo En tierra de nadie. Antonio Rodríguez de León, y de numerosos estudios sobre Cervantes, Bécquer, Unamuno, Alberti, Cernuda o Borges.
Mantiene el siguiente blog: Baúl Mundo, en el que encontrarás reseñas muy interesantes, entre otras muchas entradas de diverso tipo si buscáis por etiquetas.

COMENTARIO: Los que nos dedicamos a la enseñanza, sabemos que el año comienza en septiembre, aunque este poema nos viene como anillo al dedo para empezar 2021 en los centros educativos. Si nos colocamos en la perspectiva del profesor, sus versos nos trasladan a un momento crucial cada comienzo de curso: inseguridad, desconfianza, desvelos, nerviosismo. Pero, en realidad, cada día es como un comienzo renovado, esa referencia al eterno retorno en el centro del poema lo confirma: Sin explicar cómo ni por qué,/se desbordan los límites de un paisaje incompleto/y cíclico, dice Onieva en unos versos aparentemente sencillos, pero profundos. Una y otra vez, nos enfrentamos a la misma realidad. Da igual que sea, en el caso del joven profesor, la incertidumbre de los pupitres sin nombre, puesto que cada día trae su afán a cada uno de nosotros: encima de un andamio o frente a un ordenador; despachando en una tienda o rellenando informes, dando clases o recibiéndolas. No importa la ocupación, la incertidumbre es la misma ante los retos cotidianos, una auténtica batalla contra la desidia, contra la monotonía de los días y las horas de trabajo.
Y, entonces, ¿dónde encontrar la manera de soportar esa rutina? Hay en el poema claves para salir o hacer soportable este angustioso paso del tiempo. Un descubrimiento casi onírico y que aparece por el amor a los detalles que es capaz de vislumbrar Onieva como poeta (como poeta docente le ocurrirá a menudo, para perplejidad y gozo de su alumnado): un paisaje, una luz que lo retrotrae a otro paisaje, a otra luz más acogedora: la playa, la mirada de una hija pequeña... 
Y es que el amor, la pasión, también el recuerdo imborrable, muestran caminos posibles para escapar de la rutina. Si sabemos que cada día, cada instante es único e irrepetible, si sabemos mirar y darnos cuenta de los pequeños detalles, cómo un rastro de luz resbala por los pupitres, por ejemplo, en este instante, el mundo que nos parece insufrible recobra nuevos bríos. Aprender eso, aprender a mirar así la realidad, aunque sea ante una clase vacía es la misión de la literatura en general y de la poesía, en particular.
Pero aprender a mirar no es fácil. Onieva tiene la capacidad de hacerlo en la mirada de su hija, en una luz que entra por la ventana, mediante la poesía (lo que le permite al mismo tiempo sentir la pasión por enseñar, por trabajar, por vivir). Pero esa mirada hay que educarla, eso es lo que se demanda a la educación: enseñar a mirar el mundo, aunque sea desde los detalles más insignificantes o desde un apartado rincón, mirar lo que hay a nuestro alrededor y comprender las claves de la existencia. No contribuir a ello es dedicarse a otras cosas sin importancia para el alumnado, nos tememos. Leyendo el poema y al hilo de este comentario, nos hemos acordado de una breve anécdota que recoge Eduardo Galeano en El Libro de los abrazos, en el cuentito que lleva por título, precisamente, El mar


Damos las gracias desde aquí a Francisco Onieva por mostrarnos que con la palabra, con la poesía y la literatura, podemos intentar enseñar a mirar a nuestro alumnado. Este año lo necesitamos más que nunca, después del 2020. Por cierto, será una suerte tener a este poeta como profesor en el aula. Nosotros nos conformamos con traer su voz a la nuestra y compartirla con todos los lectores del blog gracias a su amistad y generosidad. 


ACTIVIDADES

Visita la página de Francisco Onieva y descubre lecturas interesantes. Lee la siguiente entrada: Personal y transferible. Explica con tus palabras esta posición del autor: "Mi biblioteca es un rectángulo de apenas catorce metros cuadrados cuyo perímetro se me escapa".

En ese mismo blog, el poeta elige algunas lecturas de otros escritores y poetas (pincha aquí para leer las distintas entradas). De ellas, ¿con cuál te quedarías? Explica tu elección.

En el poema se describen varias instantáneas, por decirlo así: haz una foto de algún detalle en el aula o en el centro que muestre la belleza del mundo. Explica tu elección o haz un poema o relato a partir de tu imagen. Si eres del IES López de Arenas, deja tu foto en esta carpeta (pincha aquí) y entrega tu trabajo completo siguiendo este documento, pincha aquí.

Busca información sobre el síndrome de Stendhal. ¿Qué te parece dicho síndrome? Busca otro tipo de síndromes curiosos y explica en qué consisten.

Seguro que, como Diego, el niño que aparece en el relato de Eduardo Galeano, tienes en tu retina lugares que te dejaron impactados. Comparte ese lugar con tus compañeros y compañeras. 

Busca información sobre Santiago Kovadloff

Busca información sobre Eduardo Galeano, ¿qué te sugiere un libro con el título EL LIBRO DE LOS ABRAZOS? 

Deja un comentario sobre el poema o cualquier otro asunto de la entrada de esta semana.

Comentarios

  1. Muchas gracias hermano por enseñarnos a mirar. Intentaremos aprender.

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  2. El padre, Santiago Kovadloff, era fuerte y grande como una noche de tempestad.
    Mirando a su hijo, se arrodilló a su lado, acercó su cara a la del niño y susurró:

    -Mira Diego, la mar hay que mirarla muchas veces. A ratos parece tranquila pero ruge desde dentro. Fíjate en la playa, como acaricia la orilla que la recibe. Fíjate en la escollera, como la azota incansable y sin respiro. La mar es inesperada y atrevida. Te mece en una tarde de diciembre en la que lo necesitas. Te mata si la hieres con tu insensatez.

    -La mar Diego es como tu corazón.

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  3. Desconocida, necesito saber tu identidad. Tu texto es de una calidad enorme. En este blog han pasado muchas cosas y llevamos cerca de 2000 comentarios, pero este merece un reconocimiento mayor. Por favor, necesito tu referencia, ¿quién eres?

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