LOS INSACIABLES (de El último de la fiesta).


Con frecuencia el vivir
es una disciplina lamentable.
En la distancia no alcanzamos a ver
más que una eterna rueda de infortunios
que con nosotros juega mientras nos desposee.
El tedio erige sus altares,
nada se enseña y es del todo imposible
aprender nada.
La noche miente su hondura y su belleza
y es mentira el amor (ese juego de idiotas)
y la amistad no fortalece ni acompaña,
porque es una mentira semejante.
Lo que fue y lo que es,
lo que habrá de venir
son un exacto lodazal de errores
ante el cual sólo cabe, inútilmente,
proclamar el desprecio.
Ellos lo saben.
Y desprecian lo que por vida se conoce,
escupen en el fondo de la noche,
prescinden del amor, que es para débiles,
y sin escrúpulos traicionan la amistad.
Todo, con tal de que se altere el curso de las horas,
con tal de conseguir un poco de placer
y robarle a la vida una vida infrecuente.
Una vida infrecuente y que no sacia.


DATOS DEL POETA: Carlos Marzal (Valencia, 1961). Se licenció en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia. Inscrito en la llamada Poesía de la experiencia, es profesor de literatura en el Instituto Puerto de Sagunto. Su obra se ha incluido en las más importantes antologías poéticas y ha sido galardonada, entre otros, con los siguientes premios: Premio de la Crítica 2002, Premio Nacional de Poesía 2002, por «Metales Pesados» y en el 2003, Premio Loewe por «Fuera de mí». Además de las obras citadas, también ha publicado «El último de la fiesta» en 1987, «Cuatro noches» en 1988, «La vida de frontera» en 1991, «Los países nocturnos» en 1996 y «Poesía a contratiempo» en 2002. (Fuente: amediavoz.com)

COMENTARIO: Con todos los respetos, aunque con ninguna admiración, les dedico este poema a los que se van continuamente de fiesta: Los insaciables. No es desdén por mi parte, sino más bien, un toque de atención. Cada cual elige lo que quiere ser, pero la elección (libre, meditada, intransferible) supone siempre renunciar a ser otra cosa. Creo sinceramente en la libertad absoluta, a la que le acompaña la responsabilidad plena. Por eso imagino que la vida puede ser una gran fiesta, aunque reconozco que muchas acaban mal (resacas, malentendidos, pérdidas, etc.) y a menudo dejan mal sabor de boca. Como dice Marzal en otro poema (El último de la fiesta): La fiesta ha terminado y queda su enseñanza/ como una vieja deuda contraída,/nada hay más imposible que escapar de nosotros.
A los que vinieron a clase, a pesar de la fiesta, mi verdadera admiración. Gracias por no dejarnos solos a Antonio Monterroso y a mí.

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