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Mostrando las entradas etiquetadas como desamor

ZOMBIS

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Aún podemos huir de aquí. Nada tenemos que pueda interesarles. Fíjate bien, amor mío, tú y yo entrando en una sucursal bancaria igual que los zombis en Disney World. Siempre seremos los eternos extranjeros, los amantes fuera de lugar. Y allí nos hablaron del euribor, del techo y el suelo y de cuarenta años de condena. No entendimos nada. Nadie entiende nada. Somos zombis posmodernos alimentados a base de alcohol, Tranxilium y series de prime time . Frankesteins  industriales que envidian la felicidad televisiva. Todavía hoy, desde el balcón de este piso alquilado, veo como continúan las obras de un tren que no pasará nunca: las luces de la autopista como faros que conducen hacia un destino de óxido en el tiempo. Huyamos ahora que podemos, amor mío, huyamos. Tú sigues siendo aquella muchacha pálida que soñaba con París, y yo el mismo niño tímido que quiso dejar su nombre escrito sobre el agua. Los poetas de este siglo no tienen tuberculosis tienen hipotecas, deudas, cánceres y coche...

INFINITÉSIMAS VECES, TRATÉ DE OLVIDARTE

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Bailo para ti, a solas, deletreando esta pasión oculta en el soslayo de tu indiferente mirada. Como un perro hambriento te busco en las gélidas noches del desencuentro. Tan cerca y a la vez tan lejos, amándote de esta manera en un símil de deseo encarnecido y descarnado, alimentado de ilusiones vanas sobre batallas perdidas ensordecidas en el laberinto de tu ausencia. Mi piel resquebrajada de no rozarte en un eco infinito de lamento aferrado a un recuerdo que no puedo aniquilarlo: ganan la batalla los colores de aquellos lugares que no contemplaron felices, el sabor de aquel beso al caer la tarde, tu boca sobre la mía, mi cuerpo entregado al tuyo cuando tu voz se centraba en nuestro universo. Me resisto a ser naufrago oxidado en la oscura noche del olvido y trato de rescatarte en estos versos bebiendo soledad amarga desde nuestra calle compartida cuyo nombre ya nadie recuerda. DATOS DE LA POETA : Maribel Domínguez Duarte, Madrid 23 de noviembre de 1.971. Licenciada en Derecho por la Un...

DEPENDIENDO DE LA MAREA

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Dependiendo de la marea, una ola tiene mil maneras de romperse. Llegan a la orilla y allí se deshacen como si nunca hubiesen rugido, como si el mar no mostrase su furia con ellas. Son los vestigios del océano rompiendo en las orillas. La quietud de la inmensidad donde navegan los barcos contrasta con las crestas surcadas de surfistas, rugientes, espumosas, blancas de sal. La marea va a y viene, avanza y se retrae, quizás como un recuerdo que nunca acabase de cicatrizar. Todo amor es tempestuoso en sus extremos. La pasión devora sus principios, asalta la quietud, acelera el movimiento de las olas. Luego llega la calma, corazones mecidos al unísono por un vaivén acompasado. En las noches de tormenta, cuando hay mar de leva, la orilla se llena de destrozos, amanece regada de cadáveres y despojos que no supieron qué hacer para no ahogarse. Como se ahoga el amor en los finales, destrozado por los golpes de las olas que tienen mil maneras de romperse. Un hombre oceánico, un gladiador enveje...

ÉXODO (PARA UNA CEREMONIA DE DESPEDIDA)

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Tuve un río y un puñado de trigo. Tú tenías un trozo de ribera  y un prado alto de arcilla compacta para plantar el grano. Cuando llegó la niebla nos pilló repartiendo la cosecha, el barro, la pendiente y el relámpago. Y escondió a la centella  en su manto de bruma y al barro y la pendiente. Solo quiso agua dulce para calmar su ansia de nube acomplejada.  Y a fuerza de beber se convirtió en espejo. Vidrio plano en reposo donde se atusa el mirlo. Nunca habrá nuevo hogar  porque hogar es arraigo y hoy no sé quiénes somos. Tú te llevaste un cántaro y un libro. Yo robé el ulular de los mochuelos para no confundir  el desmogue del ciervo con las moras maduras. Siempre es septiembre cuando ya no hay nadie que recuerde el nombre de la vereda que llevaba a tu casa entre los tilos. Ahora huele a barbos y a sanguijuelas ancladas en la piel de la memoria donde bulle un perol  con ajos y pan negro al que habrá que echar sal y algo de arrojo para que no se olvide la rec...

CADÁVERES Y FLORES

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Que el amor no era asunto de cobardes lo sabíamos todos. No eran pactos ni planes ni placeres más o menos sensatos, eran abismos ciegos al filo exacto de lo razonable. O saltas y te matas o lo matas. No intentes explicarlo de otra forma. Cuanto más lo razonas más te hundes en el barro del mundo. La vida nunca pide explicaciones ni las dará jamás, pero no miente.   Ni juzga ni perdona, no lo olvides: estás donde elegiste. Y el mar mece cadáveres y flores. DATOS DE LA POETA :  OLGA BERNAD es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza. Ha publicado los poemarios Perros de noviembre (2016), El mar del otro lado (2012), Nostalgia armada (2011) y Caricias Perplejas (2009) con Ediciones de la Isla de Siltolá; las novelas El buen amor (Nuevos Rumbos, 2013) y Andábata (Paréntesis, 2010), así como una recopilación de prosas que lleva por título Algunos cisnes negros (Ediciones de la isla de Siltolá, 2013).   Sus últimas publ...