ZOMBIS
Aún podemos huir de aquí. Nada tenemos que pueda interesarles. Fíjate bien, amor mío, tú y yo entrando en una sucursal bancaria igual que los zombis en Disney World. Siempre seremos los eternos extranjeros, los amantes fuera de lugar. Y allí nos hablaron del euribor, del techo y el suelo y de cuarenta años de condena. No entendimos nada. Nadie entiende nada. Somos zombis posmodernos alimentados a base de alcohol, Tranxilium y series de prime time . Frankesteins industriales que envidian la felicidad televisiva. Todavía hoy, desde el balcón de este piso alquilado, veo como continúan las obras de un tren que no pasará nunca: las luces de la autopista como faros que conducen hacia un destino de óxido en el tiempo. Huyamos ahora que podemos, amor mío, huyamos. Tú sigues siendo aquella muchacha pálida que soñaba con París, y yo el mismo niño tímido que quiso dejar su nombre escrito sobre el agua. Los poetas de este siglo no tienen tuberculosis tienen hipotecas, deudas, cánceres y coche...