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CARTA AL PADRE

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No manches la piel al desangrar el cordero si del error nace la belleza al pasar la aguja en el silencio se hace el grito hombres de sangre y tierra nunca lloran mejilla quemada de hacerle sombra la voz de la casa torciendo al limonero llamando a todas las liebres Casilda Padre que me quede como estoy no aguantaré como los puntos que se hacen en un estómago tampoco soy la enredadera que siempre pasa el invierno dime qué anoto ahora en este cuaderno si todos los pájaros no cantaron o se escondieron de le- jos siempre un caballo tumbado se está murien- do yo no quiero que mi amor se muera yo quiero la levedad de los insectos el albero levantándo- se sigiloso la infancia que tuve un cuchillo en la garganta DATOS DE LA POETA : María Sánchez (Córdoba, 1989) es veterinaria y trabaja con razas autóctonas en peligro de extinción, defendiendo otras formas de producción y de relación con la tierra como la agroecología, el pastoreo y la ganadería extensiva. Colabora habitualmente en radio, medios...

EL SECRETO

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Y pensar que, buscándola, Gauguin fue hasta Tahití, que mi generación montó el Mayo del 68 -a ver qué primavera produjo tantos ríos de tinta (más bien tonta)-, que Billie Holiday se perdió por un túnel de borracheras, drogas y locura, algunos ingresaron en ETA, otro en los Corazonistas, muchos se embrollaron con el zen, el satori, el yin y el yang y Jaime Gil de Biedman murió de SIDA. Pensar que tanta gente no siquiera sospecha, algunos teniéndola tan cerca -y es patético ver con qué insensato rebuscamiento se la figuran-, y cómo tantos roban, mienten, asesinan o, de cama en cama, yerran toda su vida -y sí que yerran-, y que aún habrá muchos que se irán al Nepal o estudian finlandés o profundizan en el submarinismo, sólo por dar con ella. Y que esta mañana de domingo -ni siquiera resueltamente radiante, la verdad-, en un pinar tampoco extraordinario, a menos de catorce kilómetros de todas mis costumbres, yo, precisamente yo, haya ido a encontrarme -es increíb...

PASAR

PASAR El alma de los días, la columna vertebral que mantiene encendido el afán de ir transitándolos es que algo suceda, que algo pase en la estanca quietud de su mudanza. Cual si nada ocurriese cuando el trigo que rodea las sendas del verano se quiebra en una ráfaga de viento, o esa torpe alegría del agua cuando la abren, en la hora del riego, las compuertas del mundo y se escucha el rumor de toda aquella sed que se termina, o el giro de la luz, o el pentagrama que las aves escriben en el cielo, o en una mesa tendida, con el sol sobre el pan y algún vaso de vino. Es absurdo lo que nos llena, lo que colma los días, lo que estalla cumpliendo ese deseo de ser más, más intensos, más lejanos. Quizá lo que nos salva son los raros momentos en que no pasa nada. DATOS DEL POETA : Lola Mascarell (Valencia, 1979). Es periodista y profesora de Lengua castellana y literatura. Su primer libro de poemas, Mecánica del prodigio (2010), fue publicado por la editori...

LAS COSAS DEL CAMPO

Las cosas del campo    Cuando florecen las encinas hay que temblar. Se anuda la delicia en la garganta. Hay un estremecimiento y el árbol comienza a vestirse, y toda aquella dureza, se expresa en purísimo temblor, en goterones de ternura que la llenan toda, que la ponen como llovida de belleza, enmelada, soñadora, sauce sin río en el monte, con toda la fuerza de la encina y la melancolía del sauce.    Las encinas no se conocen a sí mismas cuando florecen. Componen una figura patética en el paisaje y teme uno que ni los pájaros ni los viandantes las tomen en serio y les suceda como a los gigantes enamorados que pierden el tino y el peso.    Luego quisiera uno guardar el momento, conservar el temblor, detener el fruto y quedarse para siempre bajo tanta gracia y brío. Pero las noches de primavera suelen destemplarse y no se puede prolongar el crepúsculo bajo una encina florecida. Vendrá el relente y nos herirá la espalda y habremos de abandonar tanta ...