TIEMPO DE PERDÓN




Después de la catástrofe sólo quedaron las ruinas, 

el recuerdo aún fresco de las paredes empezando a sacudirse los restos de cal,

los relojes caídos en el suelo marcando las ocho y diez.


El humo lo nubló todo. 


No es la primera vez. 

Sabemos que ahora toca reparar el desastre.


Nos desharemos de los escombros.

Construiremos puentes.

Levantaremos aldeas.

Arrojaremos semillas a los campos cubiertos de ceniza.

Se venderán trigo y girasoles en nuestras calles llenas de luz.

Pediremos perdón. 

Olvidaremos la sed,

la ira, 

la tragedia. 

Volveremos a amar y quizá tengamos hijos:

heredarán esta tierra que un año da frutos y al siguiente reposa. 


Pero un día se desperezará el rencor


que recuerda sin matices,

que esperaba agazapado,

que, vampiro, evita espejos.


Graznarán los cuervos bajo un cielo rojo y la cosecha será escasa.

Querremos proteger a los nuestros, 

pero a algunos de ellos los llamaremos "los otros".

Surgirán nuevos rencores sobre los rencores viejos. 

Empezarán a tiritar de nuevo las paredes,

arrojaremos la palabra que prenda el fuego

y todo, una vez más, será pasto de las llamas.


Después de la catástrofe sólo quedarán las ruinas


y nuestras manos arrepentidas, deseosas de perdón y siembra. 


También el amor y la guerra necesitan tiempo de barbecho.


DATOS DE LA POETA: Isabel Gutiérrez Novo (Pancar, 1980) se recuerda toda su vida leyendo. En 2013 gana el Concursu de Cuentos pola Oficialidá con Hestories cruciaes. Es finalista en el Premio Internacional de Poesía Jovellanos. Fue tercera finalista de El Mejor Poema del Mundo en 2015, segunda en 2019 y primera en 2021. Semillas de crisantemos es su primer poemario.


COMENTARIOEn esta vida parece que todo está condenado al fracaso, porque el fin es siempre el lugar de llegada al que se precipita cualquier empresa humana. Las ruinas, el humo, los relojes detenidos a la misma hora son los signos de ese final inevitable, de esa caída que parece repetirse sin cesar. Y, sin embargo, el poema de Isa Gutiérrez Novo no se detiene en la desesperanza: entre los escombros, brotan gestos de reconstrucción, manos que reparan, aldeas que se levantan, semillas que vuelven a ser arrojadas a la tierra. Todo es cíclico, nos recuerda la autora. Su visión dialoga, de algún modo, con la idea de Heráclito del fuego como arjé, principio de todas las cosas. Para el presocrático, el fuego simboliza la transformación constante: todo nace y perece en ese movimiento perpetuo que consume y renueva. Nada permanece, todo fluye (panta rhei), y en esa tensión entre destrucción y renacimiento se sostiene el orden del mundo. El poema participa de esa concepción cíclica del tiempo que ya vislumbraron los pensadores griegos antiguos, donde el fin no es clausura, sino el preludio de otro inicio que acabará de igual forma en el fuego.

Hago una breve reflexión aquí, al hilo del poema: tenemos la necesidad urgente de reconstruir puentes, no sólo entre los pueblos devastados por la guerra, como Gaza, donde la destrucción ha roto los lazos más elementales de los Derechos Humanos, sino también en nuestra vida cotidiana, donde la distancia, la indiferencia o el miedo levantan muros invisibles entre nosotros. Reconstruir un puente es un acto de esperanza: supone reconocer que, pese al fracaso, aún creemos en la posibilidad del encuentro, del diálogo y de la unión. Significa resistirse a la lógica del odio que repite las catástrofes del pasado y apostar, en cambio, por la escucha y el entendimiento. Tal vez ese trabajo lento y paciente (tender la mano, volver a confiar) sea hoy la forma más profunda de resistencia frente a un mundo que parece acostumbrarse demasiado pronto a la ruina.

Aunque es cierto que esa esperanza, ese impulso de comenzar de nuevo, se revela pronto como una ilusión condenada en el poema. Porque el ciclo, aunque parezca renovarse, siempre regresa al mismo punto: a la catástrofe. El poema describe un mundo en el que los hombres olvidan con la misma facilidad con que reconstruyen, en el que la memoria se adormece hasta que el rencor despierta de nuevo, “agazapado”, “vampiro que evita espejos”. Es entonces cuando reaparece la violencia, cuando volvemos a llamarnos enemigos, aunque seamos familia, aunque seamos amantes, cuando “los otros” vuelven a ser la causa del miedo y la excusa para arrojarlo todo al fuego. El otro, que lo ha sido todo, te condena a la catástrofe y ese dolor, aunque sabido con antelación, parece solaparlo todo.

El poema, por tanto, oscila entre la esperanza y el desencanto, entre el impulso vital de sembrar y el peso trágico de la historia. Su tono sereno no oculta la desolación de fondo: parece aceptar que el ser humano está condenado a repetir sus errores, a arder una y otra vez en su propio incendio. Y aun así, entre las ruinas, queda un gesto último de humanidad: esas manos “arrepentidas, deseosas de perdón y siembra”. Quizá ahí, en esa conciencia del fracaso, resida la única posibilidad de redención: en seguir intentándolo, aunque sepamos que el ciclo volverá a empezar. Así pasa en la guerra, así pasa en el transcurso cotidiano de los días, así pasa en el amor también, cuando decir adiós es siempre desear otro encuentro.

Agradecemos a Isabel Gutiérrez su envío. Ya forma parte de La Voz de la Poesía, junto al resto de participantes de los últimos años.


ACTIVIDADES:
  • Inventa otro título para el poema. Explica tu elección.

  • Busca una noticia reciente sobre Gaza u otro conflicto actual y compárala con un fragmento del poema. ¿Qué ideas del texto de Isa Gutiérrez te ayudan a comprender mejor la repetición de la violencia en el mundo?

  • En el comentario se habla de “reconstruir puentes”. Haz una lista de puentes que podrías tender en tu entorno (en el instituto, en casa, con tus amigos) y de muros que podrían derribarse. Luego, escribe un texto argumentativo para responder a la siguiente cuestión: ¿por qué es tan difícil construir puentes hoy?

  • Busca información sobre Heráclito y explica qué significa su idea de que el fuego es arjé, principio de todas las cosas.

  • Elabora una breve reflexión (unas 10 líneas) en la que expliques la diferencia entre una visión lineal del tiempo (propia del pensamiento moderno) y una visión cíclica (presente en las culturas antiguas y en el poema). ¿Qué visión del tiempo predomina en tu manera de entender la vida?

  • Haz dos listas de palabras o expresiones del poema que se asocien con el amor y con el rencor. Luego, escribe un breve texto en el que imagines cómo podría romperse ese círculo que lleva del amor a la violencia.


  • El verso final puede considerarse un aforismo. Intenta crear los tuyos propios siguiendo estos consejos, pincha aquí.



  • Un poema siempre lleva a otros. El de esta semana, me ha recordado a este poema inolvidable de Ángel González:



¿En qué sentido ambos pueden relacionarse?

  • Deja un comentario más abajo si te apetece.

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