EL TIEMPO PASA RAUDO, O PASAMOS NOSOTROS
EL TIEMPO PASA RAUDO, O PASAMOS NOSOTROS
El tiempo pasa raudo, o pasamos nosotros
rápidos en el tiempo -aulló el conferenciante
ante una gente
compuesta de esas cosas,
no ante personas varias de absoluta manera
sino ante eso, ante gente compuesta de esas cosas.
-Los días se suceden a los días
y las generaciones a las generaciones.
Todo es un sucederse en minutos contados
y en segundos oblicuos que se agotan.
Se sucede la flor y se sucede el árbol,
se sucede el silencio y la correspondencia,
se suceden los novios, se suceden las muertes
y se sucede el pan y el viento del espíritu.
Se sucede el planeta...
De pronto y de repente se apagó aquella luz
no mortecina o varia sino algo más concreta,
y sucedió que al hombre que era conferenciante
le sucedió el puñal con que lo asesinaron.
DATOS DEL POETA: Luís Sáenz de la Calzada (León, 1911-1994) publicó un único libro en vida, La Barraca. El poema que aquí traemos es de su único poemario Pequeñas cosas para el agua, escrito entre 1952 y 1953.
COMENTARIO:¡Qué gran suerte que existan Bibliotecas Públicas! ¿Cómo, si no, un lector iría a parar con un libro póstumo, de un poeta desconocido, publicado por una editorial minoritaria? ¡Y qué suerte tan grande que el poemario, el autor y la edición sean todas un hallazgo deslumbrante...! Porque estamos ante un poeta certero, que huye en sus poemas de lo abstracto (ya en este poema: "El tiempo pasa raudo, o pasamos nosotros/ rápidos en el tiempo -aulló el conferenciante/ ante una gente/ compuesta de esas cosas") para reivindicar lo concreto, como hace explícito al final de este poema. No falta en él, tampoco la ironía sutil ("gente compuesta de esas cosas") de quien sabe que la escritura, como el tiempo, está hecha de "pequeñeces", de "chatarrerías", de "residuos modestos" que, precisamente, nos definen, nos dan la medida de lo que somos. Me ha gustado mucho descubrir a este leonés (científico, médico, amigo de Lorca, pintor...), porque su poesía cuadra mucho con mi modo de entender el mundo: en la cotidianeidad de nuestras horas más insípidas, debe encontrarse la poesía, para no parecer más imbéciles de lo que ya aparentamos diariamente, cuando impartimos clases como si fueran conferencias, por ejemplo.
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