EL FONENDOSCOPIO (Poema para Carmen Zafra, que lo tiene sin recurrir al cachivache)
EL FONENDOSCOPIO (Poema para
Carmen Zafra, que lo tendrá sin recurrir al cachivache).
El fonendoscopio es el único
instrumento capaz
de situar la subterránea
tristeza del corazón.
Plantaciones de margaritas,
cubiertas de hielo,
obuses rojos, se descubren con
increíble asombro
al amplificar el sonido de
adentro.
El ahogo de algunos corazones
irrecuperables
se detecta en los oídos como un
pitido débil,
mientras que los corazones con
amplios espacios
de hierba retumban en los
tímpanos durante horas.
El fonendoscopio permite
detectar la hondura roja
y los soplos de viento en el
corazón.
La existencia de viento en el
latido puede deberse
a muchas causas. Dormir sobre
caballos alados,
encerrarse en una habitación
con tres mil
mariquitas voladoras, rozar una
mano
con la yema de los dedos.
Para los corazones empeñados en
hacer viento,
el riesgo de locura y de
abandono es alto,
dado el desequilibrio que supone
tener siempre
gente volando por el corazón.
Auscultar las máquinas
tragaperras, los buzones,
las ventanas del tren. Ir
escuchando corazones de gente
por las calles, en las
multitudes, en los amontonamientos.
Poner el fonendoscopio en las
manos, en la espalda,
en las puertas, en los labios,
para atender el ruido de adentro.
Situar el fonendoscopio sobre tu
respiración,
sobre tu calma, para
diagnosticar la descorazonada tristeza de tu cercanía.
DATOS
DEL POETA: Susana Barragués, es Licenciada
en Ciencias Ambientales y en Humanidades. Ha
publicado el libro de poemas Los
hipódromos del corazón (Fundación
Jorge Guillén, 2002), La
campesina fascinada (Injuve,
Ministerio de Igualdad, 2007) Amántopos (2010) y el libro de relatos cortos Los
ladrones de cerezas (Fundación
Bilaketa, 2007),
COMENTARIO: ¡La ciencia
avanza que es un barbaridad!, más o menos, se decía en “La
verbena de la Paloma”, y no es para menos en el caso del
fonendoscopio: con él auscultan nuestro interior, nuestro corazón y
nuestros pulmones desde 1816, desde entonces la medicina avanza a
pasos agigantados. Pero mejor aún es que la poesía se sirva de este
aparato para decir lo que se dice en el poema de Barragués. Me
imagino al médico/poeta rastreando las causas del viento en el
corazón: dormir sobre caballos alados (…), rozar una
mano/ con la yema de los dedos... Y claro, con estas posibilidades (médico, poeta y con el fonendoscopio)
se dedicaría a auscultar buzones, las ventanas del tren,
y todo aquello que pareciendo inanimado, no lo está: las puertas,
los grifos, las gafas de ver de cerca o de lejos, el anillo de bodas, el reloj heredado del abuelo, los libros...
Aunque lo mejor, es utilizarlo con las personas, y así poder
diagnosticar la descorazonada tristeza de los que nos importan. Sospecho, no obstante, que a un poeta, a un lector de poesía, a Carmen, no le hacen
falta cachivaches como éstos. Tener el oído atento a las leves
variaciones anímicas solo requiere tener, paradójicamente, un
corazón avizor a los vaivenes emocionales de las personas con las
que vivimos. En muchos casos, la sordera no es física, pero incluso
cuando nos llaman a gritos, hacemos oídos sordos a aquellos
que más lo necesitan. Y suelen estar cerca de nosotros y seguimos
sordos y ciegos. Por eso, en este mismo instante, no sería mal
consejo acercarse a esa persona cercana y reposar nuestro oído en su
pecho: no te demores o nunca más volverás a oírlo, ni verlo.
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