Confieso no escribir conforme a la norma gramatical
que concedo mayor valor a la exposición de la idea
que a la forma,
que con la concordancia me distraigo,
que a veces se me cuelan vocablos ajenos al diccionario,
que atavío la propuesta con descuido en su conjunto
y desconfío de los versos que combinan la corrección
con la elegancia.
Tengo dudas al asignar una tilde,
o en el uso de los cómos y por qués.
¿Cómo ajustar un verso a su renglón?
Con la b, v y h, atino enmendado por el corrector,
y con la g y la j debería hacer un Juan Ramón.
¿Borracho de frivolidad?
Diré, aquí, que me puede más el decir a la vergüenza.
Desnortado como el cangrejo llevado por la ola actual.
Pagar a un negro que me pese el algodón
y lo ponga en limpio, esa es mi revolución pendiente.
DATOS DEL POETA: José Luis Ocaña (Los Barrios, Cádiz, 1954). Africano umbilical. Topógrafo de la cotidianidad. Cronista de un pueblo que nunca existió en presente. Resistente en el coso de las manifestaciones x artes. Agitador adscrito al librepensamiento.
Fuente: El propio autor.
COMENTARIO: En los talleres de escritura, en la enseñanza en general, a menudo se repite una consigna que parece inquebrantable: hay que escribir bien. Pero ¿qué significa eso realmente? ¿Seguir al pie de la letra las normas gramaticales? ¿Obedecer la ortografía como si fuera un dogma? ¿Buscar la corrección, el buen gusto, la elegancia formal? Este poema de José Luis Ocaña muestra otra realidad. Nos invita, con honestidad y con humor, a mirar más allá de esa ortodoxia. Porque quien se atreve a escribir desde la incertidumbre, quien duda y se expone, quien escribe, aunque yerre, está haciendo algo mucho más valiente: está siendo libre. ¿Y no debería ser cualquier enseñanza, también la formal, un aprendizaje sobre la libertad?
No me asalten al cuello todavía. Nosotros somos sensatos: escribir bien, con corrección gramatical y ortográfica, no es ninguna tontería. Las normas existen para ayudarnos a entendernos mejor, para que lo que decimos no se malinterprete. Son un punto de encuentro, una base común. Quien domina la lengua tiene herramientas para expresarse con claridad, para convencer, para emocionar incluso con más fuerza. No es un detalle menor. Como decía el poeta Ángel González, la poesía es una manera de hablar bien en serio. Y hablar bien, o escribir bien, no es incompatible con la pasión.
Porque también es cierto que hay otro nivel más profundo: el de la necesidad de decir. A veces, cuando la emoción es intensa, cuando las palabras se amontonan en la garganta, cuando uno escribe desde el temblor de la vida, lo más importante no es la forma perfecta, sino la verdad de lo que se dice. La pasión por comunicar algo esencial puede torcer una tilde, puede dudar con una hache, puede trastabillarse con una coma. Y eso no es frivolidad: es ser humano. Lo que conmueve en un poema como el de Ocaña no es si escribe con b o con v, sino que está diciendo algo que le importa, algo que le arde. En Escritura, nuestro poeta confiesa sus tropiezos con la gramática, sus despistes con las tildes, sus desencuentros con el diccionario. Pero lo hace sin esconderse, con una voz que no se disculpa, sino que se afirma. Porque lo que le importa no es la forma perfecta sino la idea, el impulso, la necesidad de decir algo que quema por dentro. Y eso, en literatura, a veces vale mucho más que cualquier manual de estilo. Escribir sin corsés puede ser un error técnico, sí, pero también puede ser un gesto de autenticidad, una forma de sublevarse frente a los moldes que nos encajan o nos encogen. Igual pasa en la vida, igual en el amor.
Este poema es, en el fondo, una reivindicación de la escritura como espacio de libertad. Quien se permite escribir con errores se permite, también, vivir al margen, en perpetua búsqueda, dudando de todo. ¿No es esto un buen antídoto frente al pensamiento único, que parece tener todas las respuestas porque no aglutina ninguna perspectiva divergente? Todo el mundo lo sabe: la vida, como la poesía, no siempre se ajusta a una plantilla. Y, como nos recuerda el poeta, "me puede más el decir que la vergüenza". Frente a la corrección vacía, el riesgo de la verdad. Frente a la limpieza impoluta del texto, la imperfección viva de la voz propia. Quien escribe desde el corazón -con dudas, con errores, con torpeza incluso-, muchas veces llega más lejos que quien escribe desde la norma, pero sin alma. En el fondo, todos los profesores queremos lo mismo: enseñar a escribir con el corazón encendido y con las palabras afiladas, con la pasión de decir y con las herramientas para hacerlo lo mejor posible. Pero si hay que elegir, apostamos por la llama, por la pasión, frente al miedo o al error. Ya habrá tiempo para corregir. Lo primero es tener algo que decir.
Ocaña no finge saberlo todo: duda, se equivoca, se ríe de sí mismo. Pero escribe. Y eso basta. En su ironía, en su desorden, en su gesto un poco desaliñado, si se nos permite, hay una lección que quizá valga más que muchas normas: escribir también es desobedecer, buscar la forma propia, decir las cosas a nuestra manera. Esa es su revolución pendiente. Y también la nuestra, como docentes y como personas. No hay que callar, hay que gritar lo que se siente frente a cualquier otra decisión.
Aunque nos salgamos del tema, no podemos pasar esta semana sin hacer alusión a la fotografía ganadora del Concurso World Press Photo. La foto de Mahmoud Ajjour, el niño palestino de nueve años que perdió los brazos en Gaza, y el poema de José Luis Ocaña, hablan, desde lugares distintos, de una misma necesidad: la de afirmar la vida incluso en medio del daño, la de expresarse pese a todo, la de seguir diciendo lo que pensamos y sentimos. Ocaña escribe desde la imperfección, confiesa sus errores. Pero lo hace con un impulso profundo: decir, nombrar lo que nos rodea. Esa postura valiente, decidida, cobra un sentido aún más hondo si se mira a través de la imagen de Mahmoud, que ha perdido los brazos y, sin embargo, sigue aprendiendo, sigue viviendo, sigue buscando cómo expresarse con lo que le queda: con los pies, con la mirada, con su supervivencia. ¿No es eso, también, una forma de escritura? Ambos, el poeta que duda, el niño que sobrevive, nos interpelan con su manera de resistir. Nos recuerdan que la expresión humana no puede reducirse a lo normativo, a lo correcto, a lo esperado, cuando la injusticia, el genocidio no se detiene en Gaza. Hay gestos, palabras, actos que nacen de la necesidad de no mirar para otro lado. Escribir, a veces, leer, no mirar para otro lado, es solo encontrar la forma posible de decir que estamos aquí para denunciar este tipo de atrocidades. Si hay que hacerlo saltándonos las normas, lo establecido, hay que hacerlo, pero lo que no podemos hacer es callar.
Agradecemos a José Luis Ocaña su envío, ya forma parte de La voz de la Poesía y con él empezamos la XI Semana de las Artes y las Humanidades en el IES López de Arenas.
Completamos esta entrada con la colaboración con el Proyecto Nosotras: Mujeres y poetas, que coordina Olga RT.
ACTIVIDADES:
Inventa otro título para el poema y justifica tu elección.
Señala las expresiones que reflejan la lucha del poeta con las normas lingüísticas. Elige una o dos y explica qué emociones hay detrás de cada una. Por ejemplo: "Con la concordancia me distraigo…" "Tengo dudas al asignar una tilde…" "Desnortado como el cangrejo…" ¿Crees que el poeta exagera o está siendo sincero?
¿Cuál es tu “revolución pendiente” como estudiante, como persona?
El espíritu del poema me recuerda a OuLiPo. Escribe un poema breve (6-8 versos) sobre tu relación con el lenguaje o la escritura, sin utilizar una letra concreta (por ejemplo, la letra "e" o la "a").
Elige 5 versos del poema de Ocaña y reescríbelos sustituyendo cada sustantivo por el séptimo que aparezca después en el diccionario (este ejercicio también es de OuLiPo). ¿Qué ha cambiado en el tono? ¿Sigue teniendo sentido el poema? ¿Se ha convertido en otra cosa?
En grupos de 4, cada alumno/a escribe un verso inspirado en el poema de Ocaña. Pero hay una norma: cada verso debe contener a propósito un error gramatical u ortográfico simpático (confundir b/v, quitar una tilde, etc.). Cuando terminéis, se unen los versos y se lee el poema colectivo. Luego, cada grupo reescribe su poema en versión correcta. Compara ambos textos. ¿Qué versión te parece más interesante?
Lee la noticia de la foto del año del Concurso Word Press Photo, pincha aquí. ¿Es el arte, la fotografía en este caso, un medio adecuado para abrir los ojos a la sociedad sobre lo que está pasando en Gaza?
Busca información sobre las víctimas civiles desde octubre de 2023 hasta ahora. ¿Se puede hacer algo desde un centro educativo al respecto?
Busca otras fotografías del Concurso que te hayan llamado la atención. Explica tu postura y profundiza en la historia de la foto pinchando en ella desde la página oficial. Escribe un poema o un cuento o redacta una nota de prensa sobre la foto que has elegido.
Relaciona el poema de Olira Blesa con el de José Luis Ocaña. ¿En qué sentido se complementan?
Lee también el poema Callar de Jesús Munarriz, aparecido en este blog hace unos años. Relaciona el poema con el comentario de esta entrada. ¿Ante qué no deberíamos callar nunca?
Contratar un negro, no, sino aprender, aunque cueste.
ResponderEliminarAna Alvea