PADRE
La prudencia fue una lección aprendida
de las manos de mi padre;
firmes y rojas, adornadas con surcos
desde donde no se intuyen los pliegues del corazón.
Nace la vastedad de piel
trabajando la orilla de la vida,
los árboles cítricos, el mimo
aplicado a un pedazo de tierra.
Luego será esperar el crecer de las horas,
escuchar las señales que dejan
al comunicarse los pájaros en el aire.
El sol abona el tacto erguido en las manos
y en cada arruga se levanta un testimonio al tiempo,
arqueología desde donde aprender
de la paciencia y de la historia.
Me parece que él
sabía hablar del amor sin apenas nombrarlo.
(Inédito)
DATOS DE LA POETA: Estefanía Cabello (Córdoba, 1993). Graduada en Filología Hispánica por la Universidad de Córdoba. Doble máster en profesorado e investigación en Literatura española. Actualmente trabajo en la elaboración de mi tesis doctoral, para lo cual me ha sido concedido un contrato FPI por el Ministerio de Ciencia e Innovación con la incorporación al equipo de investigación nacional SILEM II (Sujeto e Institución Literaria en la Edad Moderna).
He residido a lo largo de estos últimos años en lugares como Nueva York, EE.UU. (2012); Ciudad de México, UNAM (2013); Gales, Reino Unido (2014); Guadalajara, México (2014); Rabat, Marruecos (Instituto Cervantes, 2016); Varsovia, Polonia (Consejería de Educación de la Embajada, 2016) y China (2017).
Poemarios: 13 segundos para escapar, recibió el XVIII premio internacional de poesía joven Gloria Fuertes (eds. Torremozas, sept. 2017). En 2018, La teoría de los autómatas obtiene el premio València Nova de poesía en castellano de la Instituciò Alfons el Magnanim y que publica Hiperión. Su obra El cielo roto de Shanghái es nombrada finalista del premio Adónais 2018.
Fuente: https://www.estefaniacabello.es/
COMENTARIO: Tener contacto con lo auténtico, con lo genuino nos parece imposible en este mundo virtual 3.0. que hemos armado como realidad paralela o como lo realmente real. Vivimos tan lejos de la tierra, del barro y el fango, que poemas tan personales como el de Estefanía Cabello nos atraviesa como un viento gélido de principios de noviembre, cuando todavía el rescoldo del verano parecía no haberse marchado del todo. Algunas de sus imágenes, puestas en primer plano, al describir, por ejemplo, las manos de un trabajador, de un agricultor, son tan concretas que parece que solo ella puede reconocerlas. Y, sin embargo, ¿podemos leer sus versos como si fueran nuestros en todo caso?
Hay quien odia la poesía y personas que huyen de la literatura en general, lo entiendo. Sobre todo cuando nos empeñamos, como lectores, como docentes, como padres o madres en señalar su importancia sin que eso pueda llegar ni rozar a los niños o jóvenes a los que intentamos inculcarles la lectura. Seguimos pensando -la mayoría de los lectores-, que la lectura nos hace incluso mejores personas. Y, sin embargo, ¿cómo demostrarlo?
Hay valores difíciles de enseñar, como la paciencia, pero también el cuidado de lo que nos rodea. Resulta muy complicado saber estar y habitar un espacio en el que cuidar la tierra, como se mima a un bebé o a una niña pequeña. Hay miles de página al respecto, mil intentos de encontrar la fórmula mágica para educar de manera adecuada. Y, sin embargo, ¿cómo encontrar el manual de instrucciones?
No conocemos a Estefanía Cabello en persona, ni por supuesto a su padre. Pero hay algo familiar en el poema. Un vínculo múltiple que nos une con ella, con su padre, con la tierra y con los valores esenciales para hacer de este mundo un lugar agradable, menos rudo. Y todo, sin palabras, pero con poesía, curiosamente. El padre de Cabello no hablaría mucho, pero sabía vivir, cuidar lo auténtico y ser un buen padre. No sería poeta y amaría, como solo saben las personas auténticas, como se nombra el amor en los poemas auténticos como el de Estefanía Cabello.
La generosidad de la poeta cordobesa con nuestro proyecto Aniversario ha sido ejemplar. ¡Nos ha regalado un inédito, ni más ni menos! No nos extraña ahora que conocemos algo, lo esencial, sobre su padre y sobre la herencia recibida en este sentido. Espero que disfruten de esta poeta como nosotros al preparar esta entrada y las actividades siguientes.
ACTIVIDADES:
Dentro de estas actividades os dejamos un itinerario lector que os llevará a otras muchas lecturas, relatos, microrrelatos, novelas, pero también al cine, a la fotografía y a videopoemas.
¿Cómo te imaginas la vida del padre?
¿Por qué termina el poema de esa manera? Razona tu posición.
Un escritor docente de nuestro centro ha ganado el certamen de relatos Memorial Rosario Martín. Con el inquietante título de La niña que se creía Segismundo, nos permite adentrarnos en otras posibilidades de concebir la relación padre e hija. Te proponemos leer dicho relato desde nuestro blog de la Biblioteca Escolar: Arenas Lectoras. O desde aquí mismo (en las notas a pie de página aparecen ayudas para su lectura y actividades para el aula):
Deja un comentario sobre el poema, la entrada, algo que hayas leído en el itinerario lector o cualquier otro asunto que esté relacionado con todo lo anterior.
Muy bonito descubrir cómo un poema con menos de veinte líneas pueder abarcar todos estos conceptos tan profundos entroncados con la esencia de nosotros mismos y que nos perfilan como las personas que somos. Y qué necesario el silencio para reflexionar sobre todo ello. Gracias.
ResponderEliminar¿Y qué difícil es conseguir ese silencio, verdad Cristina? Cada vez hay más ruido, más gritos, menos lentitud en los que compartir esas manos. Kundera es uno de mis autores preferidos, en La lentitud dice en un momento dado: "Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. Evoquemos una situación de lo más trivial: un hombre camina por la calle. De pronto, quiere recordar algo, pero el recuerdo se le escapa. En ese momento, mecánicamente, afloja el paso. Por el contrario, alguien que intenta olvidar un incidente penoso que acaba de ocurrirle acelera el paso sin darse cuenta, como si quisiera alejarse rápido de lo que, en el tiempo, se encuentra aún demasiado cercano a él." Lo podía haber puesto en el itinerario lector, pero, dejo por aquí esta posibilidad de ampliar el poema de esta semana.
ResponderEliminarGracias por participar.
Es un tema que da para mucho, sí. Leeré algo de Kundera sobre esto.
ResponderEliminarPor otro lado, ¿cómo podría contactar contigo para el proyecto LA VOZ A TI DEBIDA?
Gracias.
Cristina estoy a tu total disposición en amartin@lopezdearenas.net. También en filosofia.pintado@gmail.com Por favor, estoy deseando escuchar tu propuesta de colaboración.
EliminarOhhh!! Bonitas palabras, preciosos versos, mejores recuerdos. Me parece todo un homenaje a su padre. Curioso que las palabras silenciadas acumuladas por él, a la vista está, por innecesarias, hayan venido a brotar, y de qué manera, en ella. Ajuste de cuentas perfecto.
ResponderEliminarTodo el comentario y aderezo posterior al poema me parece extraordinario. No sé, compañero, tus manos cómo andarán ni qué aspecto tendrán, pero sin duda y en tu caso se confunden tu labor pedagógica y tu tierra, al cabo, la misma cosa.
El tema del silencio merece un espacio propio, desde luego, y ese elogio a la lentitud... Todo esto me inspira mucha reflexión. Y no hay nada que pueda agradecer más que éso.
Un abrazo agradecido.
Gracias Isa por tus palabras. Y si te soy sincero, y lo soy, las manos de mi padre eran más o menos como las que se describen en este poema. Con dedos de nicotina, además, que le pintaban la piel y el interior. Aunque para nuestra desgracia, se nos fue demasiado pronto. Dicen que me parezco a él, pero es mentira, solo, tal vez, por fuera. Pero igual que no fumo, tampoco por dentro me parezco en nada. Lástima, para mi daño.
EliminarUn abrazo y gracias por participar.