LA HORA DETENIDA
“La pelota que arrojé cuando jugaba en el parque aún no ha tocado el suelo.” Dylan Thomas. Después de todo, quedan los cuerpos inclinados ante el último vestigio del paisaje y el azúcar, el polvo y la sal que poblaron del mismo modo nuestra mesa. Ahora que los amigos se han ido, las imágenes de la casa tiemblan y los animales domésticos adoptan el mismo lenguaje del silencio. ¿Qué van a saber ellos de este tiempo extraño? Nadie les contó que su ama lloró por la luz de los naranjos en la infancia, al fondo vacío de un corredor en ruinas, nadie les contó que con cada amigo que regresa y con cada amigo que se va, es otra la quemadura. En el lomo de este sol que muerde el tejido del mundo, viajan ahora los años de la niñez muerta, el caballo y su relincho en la plaza del pueblo, el hueco en el mantel, el olor a paja y albahaca, el vidrio dorado de las puertas, las botas de cuero que calzó el padre. Es así como corren ahora los años fuera de nosotros. La liviana...