VOLVER AL DESIERTO
Volver al desierto.
Para que no se me hunda la cabeza
en el fango de mi almohada.
Para que no se me hunda la cabeza
en el fango de mi almohada.
Volver al desierto.
A su nada tan antónima del vacío:
ala de mosca, huella lagarta, penca azul de agave.
A su nada tan antónima del vacío:
ala de mosca, huella lagarta, penca azul de agave.
Lanzarme sin mirar
a su desquiciada paleta de luces candentes
engendradas entre hikuris y palmas.
Ese desierto que pare y entierra luz a todas horas.
a su desquiciada paleta de luces candentes
engendradas entre hikuris y palmas.
Ese desierto que pare y entierra luz a todas horas.
Estrujar su silencio
y ahogar en él los gritos que no me atrevo a lanzar
en esta habitación quebrada de angustia.
y ahogar en él los gritos que no me atrevo a lanzar
en esta habitación quebrada de angustia.
Entregarme a la línea horizontal del horizonte
-sedante, hermosa-.
Una raya firme e innegable
que pone límite
-como conteniéndolo-
al vómito desbocado,
a la clavícula tiritante,
a la respiración mínima.
-sedante, hermosa-.
Una raya firme e innegable
que pone límite
-como conteniéndolo-
al vómito desbocado,
a la clavícula tiritante,
a la respiración mínima.
Volver al desierto
para que me acune
enterrada muy al fondo de sus montañas lilas.
Para que me arañe hasta sangrar,
hasta que la lengua me sepa a arena
de tanto masticarlo.
para que me acune
enterrada muy al fondo de sus montañas lilas.
Para que me arañe hasta sangrar,
hasta que la lengua me sepa a arena
de tanto masticarlo.
Volver al desierto
para dirigir mi coronilla al cielo
y mis talones a la tierra.
Mirar a las cuatro,
o a las sesenta y cuatro direcciones,
y de tanto mirarlo, verme.
para dirigir mi coronilla al cielo
y mis talones a la tierra.
Mirar a las cuatro,
o a las sesenta y cuatro direcciones,
y de tanto mirarlo, verme.
Bailar quizás algún delirio
para poder romperme las uñas de los pies.
para poder romperme las uñas de los pies.
Volver al desierto
para beber de su salitre.
Forjarme su óxido en mis átomos
y traerme a mis llanos
su recuerdo de candela.
para beber de su salitre.
Forjarme su óxido en mis átomos
y traerme a mis llanos
su recuerdo de candela.
Volver al desierto
para que me arda en las pestañas.
para que me arda en las pestañas.
DATOS DE LA POETA: Aurora Medrano Martín nació en 1991 en un pueblo andaluz, y
vivió su infancia rodeada de los cuentos populares que le contaba su abuela y
la poesía infantil que le recitaba su madre.
Estudió Trabajo Social y Educación Social por casualidad, y
actualmente es herbolera y acupuntora por vocación.
Escribe por placer y por necesidad poesía sobre lo que ve,
escucha y siente, y también sobre lo que le enfada. Puedes encontrar algunos de
sus poemas en el blog que comparte con su jimagua grande:
jimaguasblog.wordpress.com
COMENTARIO: ¿De dónde somos? ¿Qué paisajes nos habitan? ¿Cuál es nuestro lugar en el mundo? Cuando uno lee el poema de Aurora Medrano Martín, las preguntas más esenciales nos asaltan, porque ahora que no podemos movernos, esos lugares que nos han marcado en nuestras vidas, en nuestros viajes vuelven con deseos renovados. Todos queremos estar en otra parte, salir de casa, volver a los lugares en los que, tal vez, conocimos la belleza o estuvimos muy cerca de eso que llaman felicidad.
No tienen que ser lugares de ensueño, paradisiacos, como esos que anuncian en escaparates o en carteles repletos de filtros para engañar al incauto turista. Y es que puede ser un desierto, pero no uno cualquiera, tiene que ser ese desierto que pare y entierra luz a todas horas. Un desierto que es ya un recuerdo de lo vivido, pero que, aún así, sigue vigente y vivo, porque es capaz en su silencio de estrujar el dolor más lacerante. Un desierto que acoge, como el abrazo familiar que todos necesitamos en estos momentos más que nunca.
Ese desierto, del que habla la poeta, sospecho que está muy interiorizado, o es mejor dicho, interior. Un rincón en el que refugiarse y que nos pertenece, pero que olvidamos que es nuestro, porque nos obligan a mirar un paisaje extraño, falso, de plástico, incierto. Por eso, quiero pensar que la autora sabe que, de tanto mirarlo, aunque sea en la lejanía, aunque sea desde la distancia, le sirve para verse así misma. Arde ese desierto en sus pestañas, porque ya lo tenía en sus ojos. Ojos que han visto dolor y sufrimiento, como todos, pero que es capaz de vislumbrar en el horizonte algo de belleza, de felicidad apenas entrevista, y a la que necesitamos retornar de vez en cuando. Al leer su poema, paradójicamente, uno viaja a ese lugar maravilloso, -nuestro lugar en el mundo-, que se puede encontrar debajo de nuestra piel, en otra forma de mirar lo que nos rodea. Un acierto de sus versos que nos reconcilia con nosotros mismos.
ACTIVIDADES:
- La única actividad es participar en el Proyecto La Voz a ti Debida como, ha hecho, por cierto, la poeta tan generosamente.
- También puedes dejar un comentario más abajo. Un blog se alimenta de ellos.
Me ha encantado. Intensidad, figuración, introspección, ritmo y.. .largo, que parece que escribir poemas largos en la actualidad es un pecado y a mí me encantan. "huella lagarta" y "hasta que la lengua me sepa a arena", son respectivamente una expresión y un verso que me encantan. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Gracias por tus palabras! También al “profe” de este blog que ha publicado mi poema junto a voces de poetas que tanto admiro.
EliminarEs cierto que es un poema bastante introspectivo, intimista. La verdad es que casi no sé escribir de otra forma. Lo que cuento suelo haberlo experimentado antes, me debe haber traspasado el cuerpo y los sentidos.
En fin, me ha ilusionado leer tus palabras y saber que te ha gustado esta pequeña oda al desierto. Un abrazo.
ResponderEliminarEste poema es precioso. Se agarra en algún sitio por dentro y no te deja.
Está lleno de imágenes que me envuelven y me hacen desear "volver al desierto".
Enhorabuena por escribir tan bonito.
Y a Antonio, gracias por enseñàrnoslo.
Por cierto la lectura del poema preciosa también.