BIENAVENTURADOS



Qué descansada vida

la de quien no ambiciona

más que un lento desfile

de nubes por el cielo.


Feliz aquel que se demora

en la luz del crepúsculo;

el que acaricia los recuerdos,

el que se reconoce

en la brizna de un pétalo.


Dichosos los que ignoran los relojes

bajo la sombra de la higuera;

los que con una flauta de bambú

conversan con flores y pájaros.


Los que dejan, como señal

de su paso por este mundo,

una hermosa alameda

donde crecen las flores del recuerdo.


DATOS DEL POETA: Florencio Luque (Marchena, 1955). Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla. Ha publicado en las antologías Árbol de Alejandra (Karima Editora, 2019), Poetas de tierra y luna (Karima Editora, 2018) e Infancias (Cypress Cultura, 2021); y en las revistas literarias Estación Poesía, Crátera, Zenda: poesía/versátiles).

Es autor de los poemarios Lo que el tiempo nombra (Ediciones En Huida, 2014) y Ai(m)ée (Karima Editora, 2019). A solas con la luna (Anverso, 2025). También es autor de los libros de aforismos El gato y la madeja (Karima Editora, 2018), Caja de cromos (Cypress Cultura, 2021), Melismínimas, 100 aforismos flamencos (Cypress Cultura, 2022) y Acerico (Premio internacional Artemisa de aforismos 2023. Detorres Editores, 2023).

Ha sido incluido en las antologías Espigas en la era (Cypress Cultura, 2020), El cántaro a la fuente (Thémata, 2020) y Tierra de aforistas. Andalucía y el género más breve (Cypress Cultura, 2021).


COMENTARIO: A lo largo de los siglos, después de salir de las cavernas y aprender a sobrevivir con cierta holgura y no pasar hambre ni escasez, con las necesidades básicas bien cubiertas y la despensa llena, el ocio hizo que nos preguntáramos si había algo más en este mundo que la lucha por la supervivencia. (Ni que decir tiene que estar situación de privilegio le estaba vedada a buena parte de la población, incluso hoy). Entre las cuestiones que se solapaban, nos enfrentábamos a una fundamental: ¿qué necesito para ser feliz, para vivir bien?

Dentro de la Filosofía las distintas corrientes y pensadores han ensayado sus opciones para ayudarnos a elegir alguna respuesta o camino hacia la felicidad. Desde la abundancia del empirismo, hasta el cálculo científico del utilitarismo, pasando por la contracorriente de los cínicos o la contemplación de Dios en los pensadores religiosos. Muchos han sido los que han mostrado el camino para alcanzarla, incluso se ha señalado el engaño de tamaña empresa y se ha defendido que la única manera de acercarse a ella sea huir de su vano reflejo y no sufrir dolor alguno, como los estoicos, que apuestan por una felicidad austera que pocos considerarían tal.

Cientos de tratados y vueltas y más vueltas al asunto, para encontrarnos hoy con un poema que, bajo nuestro punto de vista, nos plantea una perspectiva muy interesante a considerar: ¿y si ser feliz está en los detalles cotidianos y en convivir con nuestros recuerdos sin dañarnos el presente?  Si analizamos el poema, vemos que Florencio Luque propone una mirada serena y sencilla hacia la felicidad. Frente al ruido del mundo, la prisa y la obsesión por el éxito o la posesión, el poeta ensalza la calma del que sabe detenerse, del que contempla el cielo y se deja acompañar por el lento paso de las nubes. No hay en sus versos un deseo de riqueza ni de reconocimiento, sino una reivindicación del sosiego y de la armonía con la naturaleza. La felicidad se asocia, aquí, con la pausa, con el silencio y con la capacidad de mirar con asombro lo que nos rodea.

Hay, asimismo, un eco del carpe diem clásico, aunque sin el tono urgente de la fugacidad. No se trata de aprovechar el tiempo antes de que se acabe, sino de habitarlo plenamente. El tiempo, en el poema, se vuelve circular y reposado, más cercano al ritmo de las estaciones que al tic-tac del reloj.  O dicho de otra manera, se trata de habitar el instante, de hacer de lo cotidiano algo extraordinario. Pero para ello, debemos pensar el pasado. Según el poema, debemos gestionar el pasado de una manera inteligente. Que esos recuerdos no sean dolorosos, que el recordar los días grises anteriores no nuble el sol que nos acompaña ahora. El pasado existe, pero traerlo constantemente al presente para mancillarlo, para desvirtuarlo, es un error. Tal vez, aprender a convivir con lo que fuimos sin permitir que nos hiera sea el primer paso hacia la serenidad que propone el poeta. Quizá esa sea una de las enseñanzas más profundas del poema: la felicidad no consiste en borrar el pasado, sino en aprender a mirarlo con calma, sin dejar que condicione el ahora. Solo así los recuerdos pueden convertirse en una fuente de belleza y no de dolor, en esa “alameda donde crecen las flores del recuerdo” que el poeta deja como legado. Aprender a recordar sin sufrir, a aceptar lo que fue sin resentimiento, es también una forma de sabiduría y, como sugiere Luque, un camino hacia una vida más plena y más humana. La felicidad no debe estar muy lejos de esos recuerdos tampoco.

Agradecemos a Florencio Luque su envío y generosidad con nuestro blog. Ya forma parte de La voz de la Poesía en este curso 2025/2026.

 

ACTIVIDADES:

  • Inventa otro título para el poema. Justifica tu elección.
  • Identifica los elementos de la naturaleza presentes en el poema.¿ Qué papel tienen? ¿Por qué crees que el poeta los elige para hablar de la felicidad? 

 

  • Analiza el tono del poema.¿Predomina la serenidad, la nostalgia, la alegría o la melancolía? Busca tres expresiones que apoyen tu respuesta. 

 

  • Investiga brevemente el concepto de ataraxia en la filosofía estoica y epicúrea.¿Crees que el poema de Luque podría relacionarse con esta idea? Argumenta tu respuesta. 

 

  • En el poema de Florencio Luque hay una invitación a disfrutar de la calma y del presente, una idea que en comentario hemos relacionad con la expresión latina carpe diem (“aprovecha el día”). Busca el significado de otras tres expresiones latinas que también transmitan una enseñanza sobre la vida o el paso del tiempo (por ejemplo, tempus fugit, memento mori, beatus ille…). Escribe una breve reflexión personal (unas cinco líneas) en la que apliques una de esas expresiones a tu vida cotidiana.

 


  • Haced un pequeño debate y puesta en común sobre la siguiente cuestión: ¿Crees que hoy en día aún es posible vivir como los “bienaventurados” del poema? Pensad en el ritmo de la vida moderna, la tecnología, la prisa… ¿Qué podríamos hacer para acercarnos a esa felicidad sencilla? 

 

  • El poema se construye, sobre la herencia de las bienaventuranzas evangélicas, pero despojadas de su sentido religioso. El poeta crea sus propias bienaventuranzas laicas, como también hizo Borges en su momento. Lee este poema de Borges también:

 



Crea tus propias Bienaventuranzas (al menos 7).  

 

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Comentarios

  1. Muchas gracias, Antonio Martín, por tu trabajo, por difundir pensamiento y poesía.

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