STAYING ALIVE (PARA UNA CEREMONIA DE DESPEDIDA)
Mientras sufríamos la fiebre del sábado noche y el vídeo mataba a la estrella de la radio, ya no subía Lucy al cielo por diamantes y almorzábamos desnudos con jeringas de opio. Esferas luminosas reinaban en las discos entre botas de plata y pantalones ceñidos. Había otro mundo afuera, a la intemperie, el de los golpes de estado y la justicia imposible. Bailábamos inviernos, soñábamos delirios, porque no habría paisaje después de la batalla. Mi generación murió en los lavabos públicos en la era de la clase media y de los telediarios. Amordazaron el placer con el virus del miedo y el tiempo fue cortándome este traje a medida: un hombre canoso a punto de cumplir medio siglo, con demasiados amigos durmiendo en hospitales. Tuvimos que hacerle caso a Gloria Gaynor y sobrevivir al hundimiento de nuestra propia Atlántida cuando barrían canciones y pastillas de éxtasis, las últimas banderas del último fracaso. Hoy he visto volver cansado al motero de Qadrophenia ...