MI CUERPO ES UNA TRINCHERA...

 Mi cuerpo es una trinchera

levantada sobre monitores de oxígeno. 

Me dan pastillas rojas por la mañana.

Me dan pastillas azules por la noche.

He tenido pesadillas con niños 

que crecen deformes por las copas

de los árboles. 

Las placas muestran una mancha

de petróleo que se extiende

por mi pecho. 

Hoy han venido las enfermeras 

con mascarillas y guantes

y me han dejado una hoja para firmar

mi consentimiento de muerte. 

Su baile de máscaras ha dejado 

mi cuerpo lívido con úlceras

que se abren como bocas.

La tarde se expande

por las ventanas del hospital

como un tsunami de luz.

Mis hijos no pueden venir a verme.

No pueden coger mi mano.

No puedo recibir su corazón en mi puño.

La neumonía ha quebrado las ramas 

de mis pulmones septuagenarios.

Tengo a mis bebés recién nacidos 

bebiendo la leche agria de mi pecho.

Tengo a mis padres muertos

dando golpes contra mi conciencia.

Mis manos planchan el blanco

de mi vestido de boda

como un conjuro de paz.

Estoy sola. Aislada en una habitación

con los ojos de la nieve trepando

por el rojo de la sangre que escupo. 

Tengo miedo de morir esta noche 

y no encontrar el camino

correcto para marcharme.



DATOS DEL POETA: Ángela Álvarez Sáez (Madrid, 1981) Licenciada en Derecho (ICADE) y abogada. Ha sido becaria de creación literaria en la Fundación Antonio Gala (2005). Ha publicado trece libros de poemas, entre los que destacan: La torre de las tortugas (Premio Antonio Carvajal, Hiperión, 2006), La estación de las Moras (Premio Carmen Conde, Torremozas, 2017), La casa salvaje (Premio León Felipe, Celya, 2019), Palabra vegetal (Premio Blas de Otero-Villa de Bilbao, Devenir, 2018) y El hijo culebra (Inlimbo Ediciones, 2020). Ha obtenido, varios premios, entre ellos, Premio Luis Rosales, Café de Oriente , Jóvenes creadores del Ayuntamiento de Madrid (2007) y  “La voz más joven 2011”. Ha participado en varias revistas literarias y antologías, y poemas suyos han sido traducidos al chino y al francés.

COMENTARIO: La vida a veces es caprichosa y crea circunstancias que nos empujan a un callejón sin salida, a dilemas de difícil solución, porque hagas lo que hagas, finalmente, te equivocas sin remedio. Por ejemplo, en un mismo día tienes que ir a un duelo y acto seguido celebrar una boda, un bautizo o un cumpleaños. Las contradicciones afloran por doquier porque los sentimientos de culpa, remordimientos, desazón conviven en un intervalo mínimo de tiempo con los reencuentros, los abrazos, la alegría de celebrar la vida. Y sería todo más fácil si pudiéramos gestionar cada acontecimiento sin las consecuencias del anterior. Si pudiéramos separar todo el conglomerado de sensaciones y usar en cada caso la que convenga al acontecimiento concreto en el que estemos. Olvidando al instante lo pasado. Pero eso es imposible: la vida no se corta a pedacitos y los colocamos sin que uno afecte al otro. La vida es una corriente que arroya y que no podemos disociar en un laboratorio.

Al leer el poema de Ángela Álvarez uno se acuerda obviamente del padecimiento, del dolor, de la soledad de todas aquellas personas que han fallecido por Covid-19. Aunque los datos ahora son halagüeños, en los Hospitales siguen luchando a vida o muerte con muchos pacientes. Sin embargo, la mayoría de la población, liberados de las restricciones de meses atrás, vivimos como si todo fuera un mal sueño. No es así, obviamente, pero el cansancio acumulado y las ganas de reunirse ya parecen imponerse a la prudencia y la prevención.

Al leer el poema recordamos la situación real que miles de personas y miles de familias han padecido a causa de la pandemia. Es duro el poema, las palabras escogidas no maquillan esa realidad porque sería un error confundir, con bellas palabras, lo que ha sido una de las experiencias más traumáticas de nuestra sociedad. Aplaudimos la valentía de la poeta madrileña para que el olvido no aniquile el esfuerzo que ha hecho posible llegar a la situación actual, mucho más tranquila y esperanzadora que hace un año. 

Por otro lado, en el poema encontramos algunas pistas de lo que cualquiera se juega ante la muerte.  Y aparece la importancia de los hijos; pero también, el posible remordimiento respecto a los propios padres; los pasajes de felicidad o paz en las relaciones de pareja o lo contrario, todo se sopesa, todo sale al encuentro y se pone frente a un espejo o en una balanza que sopesa cada una de las decisiones tomadas durante la propia existencia.

Al final del poema también se habla del miedo. Y parece que se circunscribe a la persona que se enfrenta a los últimos instantes de su vida. Sin embargo, quiero entender que esos tres últimos versos nos interpelan como lectores que acuden a la poesía, nosotros, los vivos. La experiencia de la muerte no es señalar con todo lujo de detalles el proceso físico y psicológico de los últimos instantes. Es más bien una interrogación sobre nuestra propia vida: ¿qué decisión tomar?, ¿qué camino elegir cuando todos acaban en un callejón sin salida? Saber marcharse de esta vida es aprender a vivir, sin que la felicidad tenga que ser la meta, sino más bien, aprender a ser uno mismo cuando la contradicciones de la vida nos empujen a tomar decisiones que nos nos gustan y de las que nos podemos arrepentir pasado el tiempo. No resulta fácil, lo reconozco, pero renunciar a esa posibilidad es renunciar a la belleza y la alegría de vivir. Y solo tenemos una sola vida. 

En el último entierro que he ido cantaban Hermanas de la Cruz: "¿Dónde esta la muerte?, ¿Dónde está mi muerte?, ¿Dónde su victoria?". No vencerá la muerte si la vida se ha exprimido al máximo y ante los dilemas hemos afrontado con autenticidad nuestra respuesta. Siendo uno mismo, viviendo con pasión lo que se ha decidido hacer. El miedo a la muerte no es más que interrogarse por la propia vida que uno ha llevado. El miedo aparecerá si no se ha exprimido la vida al máximo: cada decisión, cada instante determina lo que somos, pero si se hace con entrega, amor y poniendo toda la carne en el asador (como nos ha enseñado a muchos de nosotros nuestra tía Isabel, Hermana Brígida), entonces será más fácil afrontar la muerte, aunque ella llegue inevitablemente en el momento más inesperado.

Agradecemos desde aquí a Ángela Álvarez Sáez su generosidad por regalarnos un poema inédito que ya forma parte de este blog y de nuestro Proyecto Aniversario; nos ha ayudado para vivir momentos de mucha dificultad estos últimas horas.

ACTIVIDADES:

  • El poema no tiene título. Haz una propuesta para un título y explica tu elección.
  • Extrae del poema la descripción física de la enfermedad que se detalla. ¿Conoces otros síntomas?
  • Explica con tus palabras a qué se refieren los siguientes versos: "Tengo a mis padres muertos/dando golpes contra mi conciencia.
  • Lee el siguiente artículo Cómo el covid resucitó el botellón y extrae las posturas que aparecen sobre dicho tema. Intenta realizar un debate en el aula siguiendo la estructura y las reglas del Debate Académico (pincha aquí, por ejemplo) sobre la siguiente pregunta: ¿Son los jóvenes unos irresponsables haciendo botellón en Pandemia?
  • En este mismo blog podéis encontrar algunos poemas más sobre el Covid. Por ejemplo, este de Francisco Jurado, o esta Pecera de Celia Corral. ¿Puedes poner en relación algunos de ellos con el poema de esta semana? 
  • Escribir en tiempos del Covid fue una iniciativa que podemos retomar para fomentar la escritura y la creatividad. Pincha aquí para conocer las posibilidades.
  • ¿A qué personas leerías este poema? Si crees que con la lectura puedes ayudar a personas que están en serias dificultades, físicas, psicológicas, anímicas o que necesita palabras para superar una situación, te invitamos a conocer y participar de La Voz a ti Debida. También podéis poneros en contacto directamente con nosotros para ofrecer la lectura en: lavozatidebida@lopezdearenas.net. 
  • Por cierto, en el poema de la semana pasada os pregunté por las actividades para el 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental. Os dejo algo que hemos hecho en el centro. 



  • Deja un comentario un poco más abajo si lo crees conveniente.

Comentarios

  1. Estremecedor. Y muy grande. De hecho, se ha de tener una grandeza de alma verdaderamente admirable para escribir algo así. Enhorabuena, Ángela. Y sobre todo, gracias.

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    1. Y valentía y compromiso con la realidad que nos rodea.
      Gracias Juan Diego por tus comentarios, los lectores del blog también están atentos a cada uno de ellos, te lo aseguro. Y así crece mucho más este espacio sobre poesía y educación.

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    2. Muchas gracias. Es un poema duro escrito en tiempos duros.

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