ZOMBIS



Aún podemos huir de aquí.
Nada tenemos que pueda interesarles.

Fíjate bien, amor mío, tú y yo
entrando en una sucursal bancaria
igual que los zombis en Disney World.
Siempre seremos los eternos extranjeros,
los amantes fuera de lugar.

Y allí nos hablaron del euribor,
del techo y el suelo y de cuarenta años de condena.
No entendimos nada. Nadie entiende nada.
Somos zombis posmodernos
alimentados a base de alcohol, Tranxilium
y series de prime time.
Frankesteins industriales
que envidian la felicidad televisiva.

Todavía hoy, desde el balcón de este piso alquilado,
veo como continúan las obras
de un tren que no pasará nunca:
las luces de la autopista como faros que conducen
hacia un destino de óxido en el tiempo.

Huyamos ahora que podemos, amor mío, huyamos.
Tú sigues siendo aquella muchacha pálida que soñaba con París,
y yo el mismo niño tímido que quiso
dejar su nombre escrito sobre el agua.

Los poetas de este siglo no tienen tuberculosis
tienen hipotecas, deudas, cánceres y coches velocísimos
con lo que pueden hacerse eternos 
una noche cualquiera en pleno asfalto.

No quiero nada de eso, créeme.
Solo quiero estar en paz, tranquilo,
bajo la sombra de un árbol
sentir la brisa húmeda de marzo cubriéndonos la piel
acariciarte el pelo, mirarte a los ojos
y saber que el futuro no existe ahora ni existirá nunca.

Ya no habrá más soledad de VPO,
ni más renta anual que la que tu cuerpo imponga.
Y viviremos así, perdidos bajo este alud de fango,
como monstruos que escapan de horror
sin saber que el horror son ellos mismos.



DATOS DEL POETAIsaac Páez (Sevilla  1984) es licenciado en Historia y profesor de enseñanza secundaria. Es autor de los poemarios Contrato a tiempo perdido (XV Premio de Poesía Universidad de Sevilla, año 2008), 1922 (VIII Premio de Poesía Antonio Gala, año 2014), Las voces del frío (XXV Premio de Poesía de la Diputación de Álava «Ernestina de Champourcín», año 2014) —poemario finalista del Premio Euskadi de Literatura en castellano 2015—, Desde el punto inmóvil (Premio de Poesía Villa de Peligros), Los versos leporinos (XXVIII Premio Joaquín Lobato), Fibra Óptica (XXXVI Premio Leonor de Poesía, año 2017) y Brexit (Ediciones Liliputienses, 2024).

En el ámbito de la narrativa resultó ganador del Certamen Andalucía Joven de Narrativa 2012 por la novela Disparos al aire (Berenice Editorial) y del premio de relatos Energheia convocado por la revista Quimera en Matera (Italia, 2015). En 2014 fue finalista de la LXX edición del Premio Nadal de novela con la obra Nowhere man.


COMENTARIO¿Cuáles son las condiciones materiales para que exista el amor? ¿Por qué para amarnos necesitamos una casa en propiedad? ¿Quién ha establecido que sin un presente asegurado por un sueldo no se puede hacer planes de futuro? Si preguntamos a los jóvenes, seguro que estas preguntas no tienen sentido. Porque para ellos, esos primeros amores, no necesitamos tales condiciones para amarnos libremente. Un parque, unos escalones, cualquier lugar apartado pueden ser lugares propicios para el amor. Viviendo el presente, convirtiendo cada instante en un momento único, eterno, aman sin hacer planes de futuro. Sueñan, tal vez, con esas condiciones materiales, pero no les quita el sueño. Lo único que les quita el sueño es cuánto tardarán en besar esos labios siempre nuevos. Pero hay que crecer, y entonces, todo se complica. Por ejemplo, cuando hay que buscar financiación y entramos en un banco.

La sociedad capitalista ha logrado que el amor se someta a cláusulas, a intereses, a plazos. Que las relaciones afectivas no puedan entenderse sin respaldo económico, sin un colchón de estabilidad, sin la ficción de una seguridad perpetua. Convertimos el amor en proyecto hipotecario, en inversión a largo plazo, en compromiso con letra pequeña, que acabará ahogando la relación. Aceptamos sin protestar que el afecto se vea condicionado por la productividad, la eficiencia y la rentabilidad, como si una caricia pudiera valorarse en moneda, o como si las emociones necesitaran justificación contable.

El sistema nos empuja a aspirar a un modelo de vida que, en realidad, está cada vez más lejos de nuestra realidad cotidiana: casas imposibles, sueldos precarios, horizontes laborales inestables, vidas que se vuelven débiles ante las exigencias del mercado. Y en medio de ese caos, de ese agotamiento generalizado, intentamos seguir creyendo en el amor. Pero incluso el amor se contamina: se exige reciprocidad medida, se negocian gestos, se compara, se espera recibir al menos lo mismo que se da. Como si amar fuera un intercambio de favores. Como si pudiera cuantificarse la entrega.

Frente a esa lógica de mercado, el amor verdadero no se construye sobre una balanza, sino sobre la comunión. No se trata de esperar nada a cambio, sino de perderse en el otro sin necesidad de explicaciones, sin balances, sin expectativas productivas. Es esa comunión la que nos salva. No hay contrato que lo recoja, ni institución que lo garantice. Hay solo dos cuerpos, dos vidas, dos almas que deciden abrazarse sin calcular los riesgos, sin pedir garantías, sin miedo a perder lo que, en realidad, no se tiene o está ya perdido. El poema de Isaac Páez habla, en última instancia, de esa posibilidad: la de huir a tiempo, la de vivir al margen, la de rechazar el espectáculo de la felicidad prefabricada, para recuperar el derecho a amar con sencillez, con libertad, con pureza..., De una forma tan bella y distinta que ese amor parece el primer amor porque se ama en el instante de nuevo, haciendo eterno cada encuentro, en cualquier (no) lugar.

Tal vez no se pueda cambiar el mundo, pero sí elegir con quién no dejarse atrapar por él. A veces, en medio del fango, en medio de la oscuridad, entre trenes que parecen que nunca llegan y luces que no conducen a ninguna parte, como dice el poema, basta una señal, una oportunidad para compartir ese cuerpo amado para que todo vuelva a tener sentido. Porque hay cosas, pocas, que todavía no han sido domesticadas por el mercado. Y una de ellas, quizá la más importante, es la capacidad de amar y huir de lo establecido, con rebeldía, aunque sea sin movernos del sitio y siempre con la persona adecuada.

Agradecemos a Isaac Páez su envío, ya forma parte de la familia de La Voz de la Poesía, que no deja de crecer.

ACTIVIDADES:
  • Inventa otro título posible para el poema de esta semana. Justifica tu elección.
  • ¿Qué significa en el poema que los protagonistas son “zombis posmodernos”? ¿Qué nos quiere decir el autor con esta imagen? ¿Qué imágenes del poema refuerzan la idea de alienación o desconexión con el mundo?
  • ¿En qué sentido podemos ser zombis en esta sociedad capitalista?
  • Haz esta actividad de Creatividad Literaria:


  • ¿Crees que el amor puede sobrevivir sin estabilidad económica? ¿Por qué? 
  • En el poema y en el comentario se habla de una posible huida: ¿crees que esa “huida” es literal o simbólica? ¿De qué estamos huyendo realmente?
  • Haz esta actividad de Creatividad Literaria.



  • Haced varios  grupos. Cada grupo debe investigar sobre al menos dos poetas de la siguiente enumeración y puede investigar sobre otros que no estén aquí: John Keats, Gustavo Adolfo Bécquer, Antonin Artaud, Charles Baudelaire, Dylan Thomas, Alejandra Pizarnik, Leopoldo María Panero, Sylvia Plath, Arthur Rimbaud. Para cada poeta, recoged: Nombre, país y época. Causa de la enfermedad o tipo de excesos. Fragmento breve de su obra donde se intuya o mencione esa experiencia límite. Responded: ¿Cómo influyó esa vida en su poesía? Presentad al resto de compañeros vuestras averiguaciones de una manera atractiva.
  • El comentario termina diciendo: “hay cosas, pocas, que todavía no han sido domesticadas por el mercado”. ¿Qué otras cosas, además del amor, crees que aún resisten al sistema?
  • Deja un comentario más abajo si te apetece.



Comentarios

  1. No quiero olvidarme de la sombra de aquel morero, de las miradas inicentes de los muchachos que fuimos (somos), el roce de nuestros labios, sin saber si existía un futuro.
    Seguiré siendo zombi mientras pueda seguir durmiendo a tu lado.

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