SAHARA



En sus ojos, se empantanaba
la sed
de quien sólo conoce el desierto.


Había abierto el grifo y tiraba de él
con esa desesperación
que siempre reservamos
para la última oportunidad.


Le reprendí, y Hayat
me explicó que no regresaría
sin él: ella les llevaría
el agua.


Nos callamos un instante
y el silencio fue un reloj de arena.


Traté de mostrarle su error
y, como hicieron otros antes que yo, le cerré el grifo.

 
DATOS DEL POETA: José Luis Martínez Clares (Gor, 1972) ha publicado los poemarios “Palabras efímeras” (2010), “Vísperas de casi nada” (2011), “Lo que mirarán tus ojos” (2016), “Doctorado en vientos” (2018) y “Música de carreteras” (2020), y el libro de crónicas “Versos para descreídos” (2013).
También podemos encontrar algunos de sus poemas en antologías de diversa índole, destacando entre las mismas “Todo es poesía en Granada” (2015), “Ciudad celeste” (2016), “Lift off Especial Bowie” (2016), “Antología de poesía iberoamericana actual” (2018), “Antología de poesía viejoven” (2020) y “Cabo de Gata: espuma y versos” (2021).
Además, por su obra poética ha obtenido numerosos reconocimientos, como el VII Certamen Águila de Poesía, el VIII Premio Federico Muelas y, más recientemente, el XLV Premio de Poesía “Rafael Morales”.
Maestro de profesión, Martínez Clares fue director durante una década (2004-2015) de la revista cultural “Puerta de la Villa” y, en la actualidad, es miembro del Departamento de Arte y Literatura del Instituto de Estudios Almerienses, conduce el espacio radiofónico “Lecturas No Obligatorias” en Candil Radio y colabora en diversos medios digitales y en revistas literarias.




COMENTARIOQue somos unos privilegiados no deberíamos olvidarlo. En el mundo hay muchas personas que no tienen agua potable en sus casas. Algo que nos parece imposible en esta parte de Europa, es la cruda realidad para muchos niños y niñas en el mundo. De hecho, según datos de organismos internacionales, más de 2.200 millones de personas en el mundo carecen actualmente de servicios de agua potable gestionados de forma segura. La facilidad con la que abrimos un grifo y obtenemos un caudal constante de agua limpia transforma este recurso en algo trivial en nuestras sociedades desarrolladas.  Esta abundancia cotidiana en un lado del planeta contrasta, brutalmente, con la desesperación de quienes viven la escasez como un estado permanente.

Menos mal que hay personas como el protagonista del poema. Personas solidarias, capaces de implicarse en asociaciones que intentan ayudar de manera directa a personas concretas, de carne y hueso, como Hayat. Personas así representan una luz en medio de tanto desconsuelo, son una especie de motor ético que se niega a aceptar la injusticia global como un destino inmutable. ¿Cuántas veces escuchamos eso de: "qué puedo hacer yo, no puedo cambiar nada, maestro"? Y, sin embargo, debemos entender que la solidaridad no es un sentimiento, sino un compromiso que se traduce en acciones concretas, en ese impulso moral de dar la cara por quienes sufren de verdad. Son ellos quienes deciden salir de la comodidad y el privilegio para cambiar la realidad de niños y niñas con nombres y apellidos, poniendo rostro y nombre a los fríos números de la estadística. 

El poema describe una escena repetida entre las familias acogedoras de niños y niñas saharauis. ¡Qué terrible es la sed! (Quizás, incluso, peor, para quien conoce el agua sagrada que sacia el cuerpo y el alma, y luego vuelve a la condena de la sequía). La desesperación de la niña, su gesto frenético ante el grifo, refleja una responsabilidad abrumadora, para una niña. Al experimentar el milagro del agua en el hogar -porque es un milagro que no valoramos aquí-, la niña comprende la magnitud del privilegio del que carecen los suyos. Su pequeño corazón carga el peso de su familia y su comunidad, quienes languidecen bajo el sol y la escasez implacable de uno de los desiertos más crueles de la Tierra. Por eso, su intento de llevarse el grifo no es un robo, es un acto de amor y supervivencia llevado al límite. ¿Por qué nos olvidamos al crecer de esa solidaridad, de repartir lo que tenemos y que debería pertenecer también al resto? Ella no puede, ni quiere, olvidar a los que dejó atrás; el recuerdo de la sed de su madre o el rostro de sus hermanos, imaginamos, la impulsa a luchar con toda su fuerza, intentando que ese milagro cotidiano pueda, por fin, alterar la tragedia, también cotidiana de su pueblo. Aunque nos parezca absurdo lo que intenta, su gesto es hermoso, radical, necesario. Una bofetada a nuestro mundo tan perfecto a priori.

Porque el poema, frente a la aparente facilidad de lo que cuenta, es duro. El poema va más allá de la escena. Pensemos en nuestro alumnado, pero también en nuestra propia familia. A menudo coartamos las ganas de ayudar al otro. Probablemente porque queremos evitar el sufrimiento ante el fracaso, ante la imposibilidad de cambiar nada en este mundo injusto y cruel. Y, sin embargo, tal vez, no deberíamos proteger a los que quieren intentarlo. Si nuestros hijos e hijas quisieran cambiar el mundo, enfrentándose a las injusticias, deberíamos ofrecerles las herramientas para que lo intenten. Aunque se estrellen. El mundo que heredan, por nuestra cobardía, lo empuja al individualismo, al pragmatismo, al sálvese quién pueda. Mirar para otro lado no significa vivir mejor. En el fondo, todos lo sabemos: el camino que verdaderamente dignifica la vida pasa por la entrega al otro. Igual pasa en el amor y también lo tenemos claro. Ante la cruda realidad de un mundo desigual y la frustración que produce la injusticia sistémica, es tentador rendirse al cinismo o al repliegue individualista, regido por un pragmatismo capitalista que solo valora el beneficio propio. Deberíamos enseñar que, la verdadera valentía reside en el acto de ayudar al débil, de extender la mano a quien se ahoga en la sed de la carencia. Entregarse a una causa mayor dota a nuestra vida de un propósito que trasciende la mediocridad del sálvese quien pueda. Es esa dedicación incondicional a la justicia y la solidaridad lo que realmente nos hace humanos y lo que puede contrarrestar la fuerza devastadora de la indiferencia. Es mucho más pleno vivir luchando por el bien común que contribuir, con nuestra ceguera, a un sistema que perpetua el sufrimiento y el dolor. Aquí y en el Sahara.

Pero, ¿dónde están ahora esos jóvenes? En las aulas, cuando describen su ideal de vida, solo aspiran a la vida acomodada de sus padres. Tener un trabajo, una casa, un coche, una familia con uno o dos hijos a lo sumo. Parecen viejos prematuros. Ni siquiera aspiran a crear una sociedad distinta. Aunque la actual no les guste si miran de manera globalizada el mundo, no aspiran a cambiar nada. Las alas están cortadas o simplemente no les nacieron. La rebeldía, que siempre ha definido a la adolescencia y al espíritu juvenil, no pasa, ahora, por tener pensamientos utópicos. Les hemos robado los sueños, cerrándoles los caudales que deberían regar el pensamiento crítico, inconformista, solidario. No hay jóvenes necesarios como Hayat en las aulas y tampoco en nuestros hogares. Todo se vuelve secano a nuestro alrededor, nos tenemos. Y esa insolidaridad, ese individualismo se trasforma en violencia también en las aulas y fuera de ellas. Mirar para otro lado puede salirnos muy caro. Es preferible mojarse hasta el tuétano...

Agradecemos el envío de José Luis Martínez para nuestro blog y la oportunidad de reflexionar sobre la necesidad de la solidaridad en este mundo. Ya forma parte de La voz de la Poesía.


ACTIVIDADES:

  • Imagina otro título para el poema. Justifica tu elección.

  • Visita la página del poeta. Destaca alguna de sus entradas. Y justifica tu elección.

  • Analiza los versos: "Nos callamos un instante / y el silencio fue un reloj de arena." ¿Qué significa que el silencio se convierta en un reloj de arena?


  • El comentario se inicia con el dato de que más de 2.200 millones de personas carecen de agua potable segura. Contrasta el dato con fuente fiables. ¿Qué te parece la realidad que describe el dato? 


  • El comentario debate sobre "coartar las ganas de ayudar al otro" por el miedo al fracaso o a la imposibilidad de cambiar el mundo. ¿Crees que es mejor intentarlo y "estrellarse" (como se menciona) o protegerse con la indiferencia y el cinismo? Redacta una justificación de tu postura personal.


  • Investiga: ¿Qué fue la Marcha Verde? ¿Quién la organizó? ¿Cuál fue su objetivo principal? Investiga la situación actual de los saharauis que huyeron tras estos eventos. ¿Dónde se encuentran la mayoría de los campamentos de refugiados? ¿Qué agencia internacional es la principal responsable de su asistencia? ¿Crees que España, como antigua potencia colonial, tiene una responsabilidad moral o histórica hacia la población saharaui y hacia la resolución de su conflicto?


  • Imagina que Hayat, la niña del poema, creciera y se convirtiera en una defensora de los derechos de su pueblo. Escribe un discurso dirigido al gobierno de España o a las Naciones Unidas, donde utilice la metáfora de la "sed" para hablar de la falta de justicia o de recursos básicos. Pide a la audiencia que no mire para otro lado, apelando a la "entrega al otro" y a la solidaridad.


  • Elige un problema de desigualdad global (hambre, falta de vivienda, explotación laboral) y redacta una pequeña noticia que se centre en la historia, el rostro y el nombre de una sola persona afectada, para cumplir con el espíritu de la solidaridad activa que propone el comentario.

  • ¿Crees que la juventud de hoy no es rebelde, en el sentido de querer cambiar el mundo luchando por uno más justo?

  • Cread un debate con la siguiente pregunta: ¿Crees que es mejor "mirar para otro lado" o "mojarse hasta el tuétano"?


  • Deja un comentario más abajo, si te apetece.

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