GIRANDO EN CÍRCULOS CON LOS OJOS VENDADOS



Girando en círculos

con los ojos vendados:


pero lo que buscáis

no está nunca allí,

lo que buscáis

está en esas canciones

que entran

por una pequeña oreja

salen

por una pequeña boca

entran

por otra oreja y

salen por otra boca

haciendo moverse

a un ritmo único

los millones de brazos,

los millones de combas,

los millones de palmas

y de corros.


Esas son ¡ay, ay!,

lairón, lairón,

las palabritas

que os vienen

de los muertos.


Ellas no

son la forma

del amor,

no, son la forma

de su reconocimiento.




DATOS DE LA POETA: Sandra Santana (Madrid, 1978), poeta, traductora y profesora de Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Es autora de los libros de poemas Es el verbo tan frágil (Pre-Textos, 2008), Y ¡pum! un tiro al pajarito(Arrebato, 2014); Marcha por el desierto (Pregunta Ediciones, 2004/2020) y La parte blanda (Pretextos, 2020), así como del ensayo El laberinto de la palabra. Karl Kraus en la Viena de fin de siglo (Acantilado, 2011; Premio Ciudad de Barcelona). Como traductora ha realizado y publicado versiones de la obra de Ernst Jandl (Si no puede hacer nada por su cabeza, al menos arréglese la gorra, Arrebato, 2019), Karl Kraus (Palabras en versos, Pre-textos, 2005) y Peter Handke (Vivir sin poesía, Bartleby Ediciones, 2009; premio de traducción del Ministerio de Educación, Arte y Cultura Austriaco). Ha sido becaria de creación de la Residencia de Estudiantes y del programa Artists-in-Residence de KulturKontakt Austria. En la actualidad es profesora de Estética y Teoría de las Artes en la Universidad de La Laguna (España).tologías y traducidos al alemán, al inglés y al portugués.


COMENTARIO: Sucede que este blog recibe colaboraciones y algunas, por cualquier motivo, desaparecen, se retrasan o se quedan atrás, como puede ser el caso de hoy. O lo contrario, precisamente, estaban esperando en una carpeta y vuelven porque aguardaban el momento exacto para que el poema, los versos y las palabras se claven como un dardo en nuestra memoria y en nuestra piel. A mí, personalmente me ha sucedido en esta ocasión. Y no creo en las casualidades, sé que el poema me estaba esperando. 

Giramos en círculos, dando vueltas a una vida que se nos escapa entre los dedos. Ocupándonos de quehaceres que hay que resolver, pero dejando lo esencial para más tarde. Como si el tiempo jugara a nuestro favor. Estamos con los ojos abiertos, pero ciegos. Buscamos lo que parece que no tenemos. Nos creamos metas absurdas, soñando con un bienestar ficticio, que, ni siquiera son auténticamente nuestros sueños. (El otro día en clase, comentando de pasada los famosos sueños de Descartes, nos sorprendimos admitiendo que los sueños de todos y todas eran muy parecidos y todos tienen que ver, curiosa y tristemente, con aspiraciones económicas). Pero lo que buscáis/ no está nunca allí, nos advierte tan elegantemente Sandra Santana, como batiendo una comba que saltamos mecánicamente. 

¿Y qué buscamos? Probablemente, recobrar de la infancia, del pasado, aquellos instantes que convivimos con la felicidad de forma natural, sin aspavientos, sin grandes alardes. Lo que llaman, al cabo, la felicidad de las pequeñas cosas, que es, en realidad, la gran felicidad. Y ahora, que ya somos mayores, lo que buscamos es no caer en el egoísmo, que nos aleja del resto. Buscamos no recobrar la discordia, fortalecer la indiferencia, mejor que el odio. Buscamos, pese a todos los giros, vaivenes y contradicciones de la vida, lo que teníamos delante de los ojos cuando éramos niños y niñas y no hacía falta nombrarlo porque era nuestro ya. 

La infancia viene al rescate, como viene ese modo de jugar, de vivir, que es compartir con los que te rodean una canción, unas risas, un ritmo vital, un encuentro fortuito apenas, que se parece mucho a un recuerdo concreto y real, hermoso o duro, eso casi no importa. ¿Y si lo que buscamos no es más que ese momento en el que podemos recuperar, como vuelve una canción, como vuelven las palabras, un abrazo que estaba latente y tan cerca nuestra que pasaba desapercibido? 

Los muertos, los seres queridos que nos acompañan desde la memoria son también una piedra de toque para recordar que le debemos -y nos debemos a nosotros mismos- palabras, momentos en común, risas y, sobre todo, abrazos. Su misión es recordarnos que nada merece la pena: que nos engañamos o nos cegamos con sueños torpes, cuando lo importante es simplemente estar cerca, sentir la respiración ajena como propia, abrazar sin prisa, como debería ser el verdadero amor. Este poema me ha llegado para recordarme lo que nos dicen todos los muertos: no confundas lo esencial con lo que carece de importancia, comparte, respira, abraza, vive y, sobre todo, merece, como cuando éramos niños y niñas, lo que sueñas -como decía Octavio Paz, en Hacia el poema.

Agradecemos a Sandra Santana su paciencia con nuestro blog y espero que pueda perdonar el desajuste con las carpetas que me habían confundido. En cualquier caso, para mí, este poema supone ahora mismo una lección que no olvidaré nunca. Me ayuda para seguir adelante y eso no es poco. Si a otras personas les sirve también, entonces este sobre esfuerzo vale la pena soportarlo. Gracias Sandra por estar ya en nuestro proyecto La Voz de la Poesía


BONUS TRACK (por Esther Mañoso):


Para acompañar el Bonus Track: “La memoria tiene una fascinante manera de almacenar los recuerdos. Fundamentalmente ocurre a través de la repetición o la emoción. Cuando somos niños, ese lienzo en blanco registra con facilidad cualquier experiencia, especialmente si la emoción es positiva, y bastan a lo largo de la vida unas notas, un olor, un sabor o sensación para transportarnos a ese contexto de forma inmediata: esas notas de una canción infantil nos transportan, 40-50 años después, no solo a esa canción y letra, que creíamos olvidada, sino al momento en que la almacenamos en nuestro cerebro: al tazón de cola cao con galletas machacadas en la mesa camilla con brasero, a la sensación infantil de un domingo por la tarde o a aquel abrazo y su olor, que se nos clavó para siempre en el alma. Y si a lo largo de la vida siguiéramos disfrutando y grabando a fuego esos pequeños detalles (de máxima importancia), ¿no sería nuestro cerebro, y también nuestra vida, mucho más placentera y feliz?”

ACTIVIDADES:

Escoge otro título posible para el poema. Justifica tu elección.

Investiga sobre canciones que hayan marcado la infancia de las personas mayores que te rodean.
¿Cuáles son las que te marcarán a ti cuando seas mayor? 

Busca información sobre los sueños de Descartes o pincha aquí, por ejemplo. 

Busca el poema de Octavio Paz que se nombra en el Comentario. ¿Qué significa: "merece lo que sueñas"?

En este blog han aparecido poemas sobre la infancia. Entre otros, los siguientes: La lagartija, de Ledo Ivo; La hora detenida, de Jennifer García; Blue, de Pablo García Casado; La casa, de Marina Casado; Primer exilio, de  Pedro Sevilla.








¿En qué sentido la infancia puede ser el Paraíso Perdido? ¿Crees que siempre lo es?

Te facilitamos una ayuda para escribir un poema que te puede servir para rescatar de la memoria esos lugares en los que fuimos felices. Ejemplo y explicación, aquí.




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Comentarios

  1. Comenta el autor del blog que este poema (tan bello, tan tan profundo, tan flecha que va directa al corazón, y al recuerdo, y al alma) llega justo cuando tenía que llegar, en la fecha y el momento en que el destino le tenía guardado su sitio. (Sería por algo, efectivamente). Pues bien, también su reflexión sobre los versos de Sandra Santana llegan para este que escribe en un momento personal muy particular. Tan particular, que tanto el poema como la reflexión posterior me hacen, ahora mismo, poder respirar un poquito mejor. ¡Fijaos si es importante la poesía y si es necesario este blog!
    Gracias por lo que hacéis.

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  2. Para acompañar el Bonus Track:
    “La memoria tiene una fascinante manera de almacenar los recuerdos. Fundamentalmente ocurre a través de la repetición o la emoción. Cuando somos niños, ese lienzo en blanco registra con facilidad cualquier experiencia, especialmente si la emoción es positiva, y bastan a lo largo de la vida unas notas, un olor, un sabor o sensación para transportarnos a ese contexto de forma inmediata: esas notas de una canción infantil nos transportan, 40-50 años después, no solo a esa canción y letra, que creíamos olvidada, sino al momento en que la almacenamos en nuestro cerebro: al tazón de cola cao con galletas machacadas en la mesa camilla con brasero, a la sensación infantil de un domingo por la tarde o a aquel abrazo y su olor, que se nos clavó para siempre en el alma.
    Y si a lo largo de la vida siguiéramos disfrutando y grabando a fuego esos pequeños detalles (de máxima importancia), ¿no sería nuestro cerebro, y también nuestra vida, mucho más placentera y feliz?”

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