DIFUSOS ALMACENES



Dispone de trasteros la memoria,

difusos almacenes donde el orden

se aleja de contratos y de causas.


Quedan allí enterrados los abrazos,

los gestos, las palabras, los perfumes,

que no construyen una biografía.


Todos esos pedazos de universo,

que en otro tiempo fueron el soporte

en el que descansaba la existencia,


mayoritariamente se dirigen

a una eliminación irrevocable

o a un extravío largo, permanente.


De la misma manera que el que ignora

las leyes no está exento de cumplirlas,

la falta de control ejecutivo


con que opera el olvido, en su indolencia,

no evita que florezca cierta culpa

ante un pasado que se desvanece.


DATOS DEL POETA: Enrique Zumalabe Ramblado nació en Huelva en 1977 (año de punk y de democracia). Diplomado en Magisterio y licenciado en Psicología, ejerce profesionalmente como maestro de Primaria. Estuvo vinculado a iniciativas de ámbito local como Psiqueactiva o La Cinta de Moebius. Fue colaborador de Uniradio. Algunos de sus poemas y relatos han sido publicados en antologías y revistas. En 2006, la Diputación de Huelva le publicó la plaquette “Acercamiento”. Ha publicado los libros “Además del llanto” (2014) y “La lluvia o la mañana” (2018), ambos con Ediciones de la Isla de Siltolá.

COMENTARIO: A cualquier lector le viene al recuerdo la novela de Abad Faciolince que lleva por título el verso de Borges: Ya somos el olvido que seremos. Memoria y olvido tejen nuestra vida constantemente. Y en esa lucha desigual existen muchos mecanismos que se ponen en juego para que se produzca una eliminación irrevocable, como dice nuestro poema de esta semana.  Las reglas de la memoria y el olvido, como esos almacenes, son difusos, a veces, extraños o indiferentes a nosotros mismos. El dolor y la alegría, el sufrimiento y momentos extraordinarios están abocados a perderse entre sus paredes: enterrados los abrazos,/ los gestos, las palabras, los perfumes,/ que no construyen una biografía. Nuestra biografía, todas las vidas.

Y resulta curioso admitir que la memoria tiene dos caras: la propia y la ajena. Lo mismo ocurre con respecto al olvido. Por ejemplo, nosotros podemos olvidar una conversación, un gesto intrascendente y siempre puede haber alguien cercano (un compañero, un amigo, un familiar) al que esa conversación, fuera del contexto en el que ocurrió, ese gesto sin más, le suponga un agravio que determine definitivamente nuestra relación con él o ella y defina, para siempre, nuestra personalidad (para esa persona, ¡menos mal!) o el tipo de relación a partir de entonces. Los desajustes, los desequilibrios, las modulaciones interesadas o no que se rescatan en un momento determinado, no son más que un reflejo distorsionado, lleno de prejuicios que abocan a callejones sin salida. Y que nos afectan, pero que no responden en ningún caso a la objetividad ni a la verdad de lo ocurrido, de lo vivido.

En este sentido, la memoria también es privada y pública y, por tanto, cuestión social e incluso, de estado. ¿Qué olvidamos como sociedad y qué nos empeñamos en recordar año tras año? Si lo pensamos por un momento, seguro que nos percatamos de algo que enseña el novelista Milan Kundera, por ejemplo, en El libro de la risa y el olvido: si tienes el poder de hacerlo, manipulas el pasado a tu antojo, para dominar el presente con más ahínco. Aunque la historia puede torcer tus pretensiones irónicamente, como le ocurren a muchos de los personajes en las novelas del autor checo. En ellas, lo que te parece un acierto al manipular el pasado se vuelve contra ti mismo. (“La gente grita que quiere crear un futuro mejor, pero eso no es verdad, el futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo”, se dice en un momento dado en El libro de la risa y el olvido). Lo que pareces ganar, lo has perdido irremediablemente al transformarlo. Tal vez, entonces, nuestro poeta tenga razón, y aunque hayamos olvidado las causas, los motivos, las palabras, los gestos..., el recuerdo de la culpa permanece, aunque no sepamos de dónde viene. ¿O no? Y no hay culpa, porque no hay nada que perdonar. Es simplemente la vida, el paso del tiempo jugando desordenadamente en unos almacenes difusos con lo que somos y con lo que los otros creen que somos. Nada más lejos de la realidad, por cierto, porque todo lo que parece sólido se desvanecerá sin remedio. Aceptémoslo como una de las reglas de nuestras vidas, para bien o para mal.

Agradecemos la colaboración inestimable de Enrique Zumalabe porque nos ha dado la oportunidad con su poema de reflexionar sobre aspectos esenciales de cualquier biografía.


ACTIVIDADES:

  • Imagina otro título posible para el poema. Justifica tu elección.

  • Busca los mecanismos psicológicos del olvido. ¿Se adapta a lo que se sostiene en el poema? 

  • Busca los tipos de memoria que existen desde el punto de vista de la Psicología. Y los mecanismos para fortalecer cada una de ellas. 

  • ¿Qué olvidamos normalmente? ¿Qué es lo que nunca deberíamos olvidar?

  • En nuestra sociedad, cuáles son para ti los grandes olvidos que se producen. ¿Por qué crees que ocurren?

  • Seguro que recuerdas un momento especial con alguien. Escribe ese recuerdo y pide a la otra persona que haga lo mismo. Analizad las diferencias.
  • En la penúltima estrofa, el poeta hace alusión a un principio del Derecho Romano: Ignorantia juris non excusat. Es decir: la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento. De esta terminología judicial podemos encontrar más expresiones en nuestro día a día. Haz una pequeña investigación al respecto y en grupos reducidos o en parejas, cread un cartel con las que os parezcan más interesantes para exponer y fijarlas en el aula. Seguro que saldrán muchas curiosidades. Y será una manera de no olvidarlas...


  • Lee el siguiente poema de Borges:



¿Encuentras alguna relación con el poema de esta semana? Justifica tu posición.

  • La novela de Faciolince, El olvido que seremos, tiene una anécdota de partida muy interesante, que relaciona el soneto de más arriba de Borges y al padre del propio novelista. Lee aquí una breve reseña al respecto. 

  • Milan Kundera establece una relación muy interesante sobre la velocidad y el olvido o la memoria y la lentitud. Lee el siguiente fragmento:



¿Qué te parece su posición? ¿Crees que en una sociedad como la nuestra, digital, que impera lo inmediato y la velocidad corremos más peligro de olvidar que antes?

  • Borges tiene un pequeño cuentito acerca del olvido y la culpa.  Es el siguiente:



Explica con tus palabras la respuesta de Abel. 

  • Deja un comentario más abajo si lo consideras oportuno.


Comentarios